Alfred Hitchcock estaría rabioso. ¡Qué manejo de los tiempos y del suspense! ¡Qué manipulación de los sentimientos, en este caso los de todo un país! El director de cine lo hacía para entretener al personal. Pedro Sánchez, para autoreivindicarse.
Nada ha cambiado al frente del Gobierno. El presidente sigue siéndolo. Pero esta mañana ha dicho que se siente más fuerte, que va a liderar una ofensiva que abra paso a la limpieza y la decencia en la vida política. Jueces y periodistas, a cubierto, que han sido los primeros señalados por osar hacer su trabajo.
Estamos ante el cesarismo de un líder político que se siente constreñido por los límites de las democracias occidentales y que no duda en levantar muros, dividir o polarizar si cualquiera de esas cosas le benefician. Pero siempre diciendo que es el pueblo quien se lo pide.