La certeza con la que Pablo Iglesias ha afirmado esta mañana que en ningún caso contempla ser imputado por el caso Dina tiene un soniquete mezcla de la seguridad de un macho alfa y de una velada amenaza al Supremo por si se le ocurre salirse del carril.
La suerte que pueda correr Iglesias, no es sólo la del líder de uno de los partidos de la nueva política que se hizo hueco prometiendo regenerar la vida pública. Es la suerte de un presidente del gobierno que para mantenerse en la Moncloa necesita preservar la relación de amor-odio con Podemos. Claro que, los matrimonios de conveniencia en los que cada uno sabe lo que saca, suelen tener larga vida.
Era la noticia llamada a seguir abriendo los informativos hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha decidido tumbar las restricciones impuesta a Madrid y otros 9 municipios.
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