"Dar malas noticias es algo a lo que los periodistas estamos más que acostumbrados. A veces, debemos reconocerlo, demasiado", ha dicho Carles Lamelo. Solo en lo que llevamos de pandemia, hemos contado casi 82.000 muertos en nuestro país y hubieron días en los que murieron más de 900 personas. La última información sumaba 75 fallecidos, una cifra que esconde muchas tragedias: personas que han perdido a sus seres queridos y proyectos vitales que se han quebrado por culpa de este virus.
Lo mismo ocurre con los atentados, los terremotos, la violencia contra las mujeres, los accidentes aéreos o las grandes inundaciones y tsunamis. Cifras que son demasiado frías y crueles. Algunas, por desgracia, como han ocurrido lejos o en lugares en conflicto, nos parece que generan menos inquietud, casi podrían parecer hasta lógicas, como si en nuestro foro interno buscáramos una justificación o una causa que nos permita racionalizar algo terrible para poder seguir con nuestra vida.
Esta pauta racional es imprescindible en el ejercicio de todas las profesiones que estén ligadas con la muerte o con la trascendencia. Es lo que nos distingue como especie, el culto a aquello que es inteligible y la capacidad de ordenar estas ideas a través de la lógica. Son polos opuestos pero, ante la muerte, interactúan.
Hoy en “Pares y Nones”, vamos a reflexionar sobre lo efímera que es la vida y, por tanto, lo interesante y atractivo que resulta gozar de cada minuto. Para ello, contamos con la presencia de la médico forense, Anna Hospital, quien ha asegurado que: "La profesión de médico forense es una profesión donde vemos la muerte desde un punto de vista humano. Tienes que ponerte una coraza para evitar implicarte desde el punto de vista emocional. Te afecta y es una medicina muy humana y que engancha".
