En Por Fin no es Lunes hablamos de la mujer de Bram Stoker, Florence Balcombe, de nacionalidad irlandesa y, según parece, con bastante carácter. Bram Stoker y Oscar Wilde habían sido compañeros durante sus épocas de estudiantes. Allí quedaron deslumbrados ambos por la belleza radiante de Florence Balcome. Los dos la pretendieron y Florence, finalmente, se quedó con Bram Stoker, dejando a un Oscar Wilde con el corazón roto.
Una vez murió Bram Stoker, su viuda Florence Balcome, administrando todo lo que había escrito su difunto marido, ya en el año 1922, Florence recibió una carta anónima con un programa de un evento cinematográfico, con acompañamiento orquestal completo donde se había proyectado una película titulada Nosferatu, de Murnau.
En el programa ponía que aquella maravilla cinematográfica era una “adaptación libre de la obra de Bram Stoker”. Habían cambiado nombres y alguna cosilla más, pero era lo mismo que el libro. A Florence le sentó como una estaca en el pecho. En ese momento pasaba alguna penuria económica, se llenó de ira porque ella no había dado permiso alguno para esa adaptación. Era una violación de los derechos de autor y reclamó una compensación económica… pero no solo eso, la ira, mezclada con el carácter y la falta de efectivo terminaron explotando y Florence exigió que se destruyeran inmediatamente todos los negativos de copas de la película. Una película, por cierto, que Florence jamás se sentó a ver.
Hasta las últimas consecuencias: Presentó una demanda, la productora alemana Prana-Film, encargada de haber hecho Nosferatu se declaró en bancarrota, para evitar pagar todo lo que pedía Florence. Pero finalmente, ganó el caso. Tres años después. 1925.
La sentencia decía claramente que, además del indemnización, la productora debía entregarle a Florence Balcome, todas las copas y negativos de la película Nosferatu, con el fin de ser destruidos. Y eso fue lo que ocurrió. La viuda de Bram Stoker, Florence Balcome, fue la encargada, sentencia en mano, de eliminar prácticamente todas las copas de la película Nosferatu. Afortunadamente, no todas. En torno a 1930 ya empezaron a aparecer por aquí y por allá, algunas copias y se empezó a proyectar de nuevo en Nueva York y Detroit.