Julio Bocca se inició en la danza a los cuatro años bajo la tutela de su madre, Nancy. Primero aprendió a bailar y luego a leer y a escribir. Pronto supo que bailar era lo suyo. “Vengo de una familia que amaba el arte, mi madre estudió danza, estudió música, pintura… dentro de la casa se vivía el arte”, nos cuenta en ‘Por fin no es lunes’.
“La danza fue algo que yo mismo elegí, era algo que necesitaba hacer”, explica el bailarín. Recuerda un momento de su infancia del que dice; “cuando mi abuelo me llevó a ver Boca River, en la cancha del Boca, me acuerdo que me subió a los hombros para que pudiera ver mejor y le dije: “abuelo, ¿aquí se hace ballet?”. Él se quedó sorprendido.” A partir de ese momento, eligió la danza como forma de vida.
Ahora que ya han pasado los años, recordamos su trayectoria, su vida, su pasado y observamos su presente. Con sólo 23 años creó el Ballet Argentino a principios de 1990 y fue reconocido por la Asociación Iberoamericana de Danza como el "Mejor Bailarín Estrella Internacional de Danza Clásica". Ha bailado en el Royal Ballet de Londres, el Bolshoi de Moscú, el Kirov de Leningrado, la Zarzuela de Madrid, el Royal Danish Ballet de Dinamarca, -entre muchos otros-. “Recorrí lugares donde nunca llegaba nada para llevar la danza de calidad, los mismos espectáculos que hacía en la capital”, a lugares pequeños, con pocos habitantes, apunta el bailarín. “Nuestro trabajo es esto; llevar el arte a la gente”, añade Bocca.
Tras una vida dedicada a la danza, el maestro se embarca en la aventura de la enseñanza en España, donde impartirá dos masterclass, una el 12 y otra el 13 de mayo en A Coruña. “Lo que uno intenta ahora es devolver, y transmitir a la gente joven todo lo que grandes maestros me enseñaron”, apunta.
CÓMO HA CAMBIADO LA DISCIPLINA EN LA DANZA
De unos años hasta ahora, ha habido “un cambio increíble y rapidísimo”, explica Julio Bocca. Él ha llegado a bailar con costillas rotas sin poner ni una pega, “yo vengo de otra época, donde mi maestro, al que tuve durante 22 años, me decía ponte así y lo hacía; no contestaba, lo hacía y buscaba la forma para hacerlo. Ahora es como que tienes que explicarles mucho a los alumnos, -y me parece genial porque hay otra relación-, pero a veces es como que esa concentración que se necesita y esa búsqueda propia de uno, con tu propio conocimiento de tu cuerpo y de tu personalidad es como que les cuesta”. Además, apunta que “lo que también pasa es que ahora lo tienen todo muy rápido y fácil, pero siempre les digo que ellos mismos busquen y no pierdan el misterio, porque a mi me gusta ver a un bailarín que pueda descubrir algo más de él.”
Es una elección de vida, no es un hobbie ser bailarín, músico o pintor y de eso se puede vivir y crear
Por otro lado reflexiona sobre la disciplina y explica que “también depende de nosotros como maestros, de cómo incentivar bien a ese estudiante y de cómo alimentarlo para que no venga simplemente a hacer ejercicio y se vaya a la calle, sino que busque su personalidad, pero que los valores sigan manteniéndose, como el respeto, la disciplina, la convivencia, la curiosidad, esto es responsabilidad nuestra”, recalcando que “son cosas que dentro de un ser humano tienen que seguir estando”.
LA DESPEDIDA DE LOS ESCENARIOS
A los 40 años, en el año 2007, Bocca decidió abandonar los escenarios y despedirse en la ciudad que lo vio nacer. Llenó la avenida 9 de Julio, principal arteria de Buenos Aires, donde reunió a más de 300.000 espectadores. Echando la vista atrás, a ese mágico momento, Bocca recuerda, “me retiré en un lugar donde había personas viendo ballet de pie durante dos horas, acompañado de figuras de la danza, cantantes, actores, cómicos que estaban ahí acompañándome para terminar mi carrera”.
Además, dice que “fue un cambio lindo, cuando tomé esta decisión de retirarme como bailarín, tampoco pensé que iba a estar dando marterclass.” En ese momento, apunta que no se sentía preparado para dar clases o trabajar con estudiantes, “pero en estos últimos quince años ese fue el camino que tomé, además de dirigir el Ballet Nacional de Uruguay”.
Jaime Cantizano le ha preguntado si entre tantos viajes se ha sentido solo en algún momento, a lo que el maestro de la danza ha contestado: “Nunca me he sentido solo, siempre he tenido a mi familia y conservo a mis amigos del barrio, de la infancia, pero sí hubo un momento, solo uno, en el que sentí como si me hubieran dado una cachetada. Fue cuando terminé la función de mi despedida con 300.000 personas y llegué a mi casa, abrí la puerta y estaba solo. Ahí me di cuenta y pensé: “¿y ahora?”. Fue un momento bastante difícil.”
Se despide diciendo que le fascinaba estar arriba de un escenario: “yo quería bailar. Amaba bailar, amo bailar y seguiré amando la danza.”