Imprevisión: falta de previsión. Y punto. No hay más en la RAE. Tampoco en la administración, ni en la logística, ni en el debate. ‘Que no’ del verbo nohaber, del verbo nonai. La imprevisión, atajando, es el silencio que acude al alarido de un estado de alarma cuando la burocracia y lo pactado se ha obviado y sucumbido a la tentación de la jeringa.
Entre el ‘antes y el después’ siempre estuvo la previa del antes del ‘antes’. Y perdiendo esa valiosísima ventaja, descarrilamos por la previsible improvisación de la imprevisión. La sinfónica más viral resulta la de una banda de babeantes y bobos babuinos.
Sin compás, a destiempo, en clave incierta y en sostenido. La partitura más cotidiana, la que más veo tirada por el bosque con otras tantas mascarillas usadas, la de los renglones torcidos, la vacía. Es la composición de la mueca silenciosa y con bemoles, y tendrá factura a corto plazo.
A cada atajo le sigue el camino largo: el de repensar. Escucha la reflexión de Ignacio Varela sobre ‘El precio de la imprevisión’.