SACRALIZACIÓN. Acción y efecto de sacralizar. Atribuir o conferir carácter sagrado a lo que no lo tenía. Qué tendrán que ver las chungas con las meninas, pues eso mismo se preguntaría Velázquez.
Aplicando el palabro a la mente SABINÓSPITA… Sacralizar las emociones es el mal que nos acecha. Oigo que las emociones son parte integral del aprendizaje un principio que, convertido en mantra, puede derivar en un gran equívoco. Lo de las emociones, controlarlas y eso para convivir unos con otros… Empieza a pasar de ser un principio de civismo a otro de malinterpretación y empatizando las emociones de los unos con los otros nos encontramos en un escenario tan ridículo como el teatrillo aquel del "pues yo más" "lo mío más" que lo tuyo y punto pelota ya.
Vivimos en bucle. Tal vez no sea un concepto muy exacto con el que atajar pero si con el que conectar con momentos absurdos en los que se está discutiendo sobre algo material, tangible, y comienza una discusión en la que el punto de no retorno es "que miras mal" o "es que me tiene manía". Todos esos supuestos en los que por supuesto sé que ya transitan, tienen una puerta común: lo fútil se ha impuesto. Los argumentos de tres al cuarto, excusillas de medio pelo… ¿Estamos en una FRIVOLIDECADENCIA? Donde lo nimio pondera, y lo desestimable pasa a formar parte de las grandes decisiones y estrategias. PUA EN ALTO SABINO.
Que las emociones nos dominan más que la razón porque están ubicadas en una zona más primitiva de nuestro cerebro… Es la teoría. Vale, bueno, de acuerdo. Entonces hablemos de tiempos: la emoción es más rápida que la razón, para tener razón no hace falta ser el más rápido, el rápido se emociona más que el lento y por esa misma lógica la razón da más espacio al diálogo y el intercambio que un impulso emocional. Último tralarito…
LA PSICOSTASIS. Según la tradición del Antiguo Egipto el final del viaje al más allá terminaba en un juicio en el cual el corazón era pesado en una balanza. En uno de los platos de la balanza se colocaba el corazón, en el otro una pluma de avestruz. Si el corazón pesaba más que la pluma significaba que el muerto estaba lleno de culpas y no había actuado correctamente y, en consecuencia, debía ser devorado. En caso contrario, se entendía que el difunto había realizado una vida justa y estaba preparado para renacer en el más allá. Hoy, el sagrado juicio de Osiris sería un pitorreo donde los corazones testificarían incluso en contra del muerto.