INCALCULABLE . Que no se puede calcular. Muy grande o muy numeroso. Muy de eufemismo de esta era, vaya. Sin duda.
Todo lo que el incalculable, trepidante, desorbitante, infinitamente adverbiante, acaba por no ser nada o mucho para el que lo expresa así aunque poco vale para el que lo recibe. Resulta así cuando se utiliza lo incalculable para mentes impresionables, porque para las racionales, las conclusiones empíricas y reales cuentan siempre más que los adjetivos recurrentes que siempre están en la punta de la lengua.
Atajando que es gerundio… Querido Sabino, he recorrido muchos caminos largos hasta llegar a este acorde: cuando no nos cuadran las cosas las medimos. Da igual una cuenta, que el tike de la compra, que la sociedad, los regalos entre amistades que las veces que has ido tú y no han ido tus hermanos y hasta las lavadoras que han desteñido en casa. ¿Es cierto que contado así parecería como que tengo el colmillo algo afilado y estoy indicando que somos en esencia: rankings, algoritmos, pódiums, tops de no se qué y qué se yo qué más? Pero lo cierto es que o aún no nos hemos cogido la medida o la desmesura empieza a tener el sentido de lo absurdo.
Objetivos, algoristmos, estrellas, indicadores, me gusta - no me gusta -, lo escrutado, sondeado, puntuaciones, tasas, lo dicho, lo acordado, lo que sí y lo que no, que si patatín que si patatón. Absurdismo. El absurdismo, es la corriente filosófica que se ocupa de la naturaleza de «el absurdo» y de cómo responder a este una vez el individuo es consciente de él. El absurdo es el conflicto entre la búsqueda de un sentido intrínseco y objetivo a la vida humana y la inexistencia aparente de ese sentido. PUA EN ALTO SABINO ¿En qué basamos hoy la valoración? ¿Cómo valoramos, a qué o a quién? ¿Si tan importantes son los números, si nos hacen más eficientes por qué a medida que avanzamos por ese camino de la inteligencia artificial retrocedemos en el de la inteligencia emocional? Último tralarito.
A cada atajo le sigue el camino largo: el de repensar. Escucha la reflexión de Sabino Méndez sobre 'Las cosas incalculables'.
Hay parámetros, no ya perímetros. Hay un virus, no un decreto. Los virus saben de comportamientos no de estadísticas ni de incidencias. Ergo, podría ser que la mayor crisis a la que nos enfrentamos no tenga una carácter valorativo numérico sino que requiera de un sentido más INCALCULAAAABLE que el de cumplir las normas. El sentido estricto de la solidaridad. Mira tú que cosas… ¿A ver quién le pone ecuación a esto último? No seré yo quien lo intente, pero me tiene dicho la abuelita que si la cesta no llega a destino solo puede ser por dos razones: o por la torpeza de la caperuzotas o por su generosidad e ingenuidad desmedida.