Ya es domingo y por si fuera poco, otro año más, este domingo va a hacer un día espléndido. Esto significa que la operación vuelta va a costar un poco más. Lo asumimos y desde temprano va costando menos. Pero ahí está el mérito, esta cosa tan humana de superar las pocas ganas y reconvertirlas. Ahora que la gestión de las ganas y el tiempo no van muy sintonizados, ¿por qué no devolverle al domingo su ritmo natural: el de dominguear?
Porque a algunos nos gusta la sensación. Ya saben que los que nos dedicamos a vivir la semana de esta otra manera, nos gusta recuperar esa magia del dominguear, levantarse y aprovechar ese poco ruido que tiene el sábado a primera hora de la mañana. Esas cosas que han disfrutado quienes han estado de vacaciones y que no han podido hacer aquellos que han tenido que trabajar o haciendo otras ocupaciones y no han podido desconectar.
Esta es la palabra: desconectar. Y hay dos tipos de no desconectar. El no hacerlo porque el mundo te arrolla por delante y no puedes hacerlo, y el no desconectar porque hay mucho trabajo y mucha necesidad.
Esta primavera es bonito recuperar dos récords que se han batido:
- El de Álex Roca, con parálisis cerebral concluyó la Maratón de Barcelona.
- El de la sirena del hielo, la chilena Bárbara Hernández. Hace muy pocos días ha batido el récord a nado de aguas gélidas: 2,5km a nado y ella misma decía que se le había congelado el corazón.
Nos superamos a nosotros mismos de momento, hasta que seamos tan heroicos de diseñar algo que supere nuestra propia inteligencia o estupidez. Pero, ¿qué es lo que pasa cada vez que el ser humano ha intentado superar a la naturaleza? Hoy, hace 111 años había muchas personas haciendo las maletas. Mañana se subirían a bordo del barco invencible, del Titán del océano. Habríamos superado todas las leyes del mar y naufragamos.
Será por eso que cada vez que queremos superar lo insuperable, la fastidiamos.