Burgos es una ciudad de cuento. Y no solo por sus maravillosas calles de postal. Y es que uno de los cuentistas más famosos de todos los tiempos, Hans Christian Andersen, pasó por la ciudad burgalesa en su viaje por España y allí estuvo "a punto de sacar un billete para la eternidad”. Andrés Moraleda recuerda la casi muerte de Andersen en la ciudad en la Cápsula del Tiempo de Por fin no es lunes, desde la Catedral de Burgos.
Cuando hablamos de Hans Christian Andersen sobran presentaciones: autor de cuentos infantiles traducidos a más de 125 idiomas como ‘El patito feo’, ‘La sirenita’ o ‘El soldado de hojalata’, también escribió novelas, poesía, teatro y libros de viajes. Y es que visitar otras culturas era una de las grandes pasiones del cuentista. Alemania, Italia, Grecia, Constantinopla, Gran Bretaña, Suecia…
Los libros de viajes de Andersen dan buena cuenta de sus experiencias en aquellos lugares, pero a sus 50 y muchos años, todavía no había visitado un país que se había convertido en una obsesión desde que, en 1808, Carlos IV enviara a la ciudad danesa de Odense (donde nació Andersen), a 15.000 soldados para ayudar a sus, todavía, aliados franceses. En ese momento, Andersen conoció a los españoles, y se fue creando una visión idealizada y quizás demasiado pintoresca de nuestro país. Pero no fue hasta 1862, con 57 años, cuando el cuentista pisó suelo español.
El viaje de Hans Christian Andersen por España
De Barcelona, Valencia, Murcia, Málaga, Granada, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Madrid, Toledo… Hans Christian Andersen recorrió casi todo nuestro país acompañado por Jonas Collin, hijo de su amigo (y amor imposible) Edward Collin. Y se llevó un gran recuerdo de casi todas las ciudades españolas que visitó, que colmaron sus altas expectativas. Pero al llegar a Burgos se encontró con un clima que le sorprendió: "¿Estoy realmente en España? ¿en un país cálido?”.
También es verdad que Andersen llegó a Burgos en invierno, en plena ola de frío. Y claro, tanto frío y tanta nieve había en la ciudad que se quedó sin ver la tumba de El Cid que se encuentra en el interior de la Catedral. Mal empezaba la aventura burgalesa del escritor danés, que se tuvo que refugiar en la Fonda de la Rafaela, la mejor posada por aquel entonces de la ciudad, en la Plaza de la Libertad, donde se relacionó con huéspedes de todo pelaje y con, como él las llamaba, señoras “de visita”.
En una de las noches en la Fonda de Rafaela, estuvieron a punto de “sacar un billete para la eternidad”. Y todo porque se olvidaron de apagar la estufa que metieron a la habitación. "Casi morimos atufados", escribió el cuentista. Debido a este episodio, la estancia de Andersen en Burgos no fue demasiado satisfactoria. Así que al tercer día se armó de valor y decidió retomar su viaje de vuelta a casa, a pesar de la nieve.