“Los gorriones son una de las peores plagas de China. Son enemigos de la revolución. Se comen nuestras cosechas. Mátenlos. Ningún guerrero se retirará hasta erradicarlos”. Palabra de Mao Zedong. En 1958, el dictador comunista le declaró la guerra al gorrión. Bueno, al gorrión, a los ratones, a las moscas y a los mosquitos. Fue la llamada Campaña de las cuatro plagas, que formaba parte del Gran Salto Adelante con el que Mao pretendía convertir a China en una gran potencia industrial. Spoiler: Salió mal. Andrés Moraleda recuerda esta historia en la Cápsula del Tiempo de Por fin no es lunes.
Supuestamente, la Campaña de las Cuatro Plagas era una iniciativa de salud pública. El gobierno chino decidió acabar con los mosquitos porque transmitían la malaria, con los ratones porque eran portadores de enfermedades como la peste, con las moscas porque eran un coñazo (dicho mal y pronto), y con los gorriones porque, según consideraban, cada ejemplar consumía de media 4,5 kilos de grano al año. Entonces calcularon que exterminando a un millón de gorriones podrían alimentar a 60.000 personas con el grano que dejaban de comer estas aves. Así que se pusieron manos a la obra.
¿Y cómo le hicieron la guerra al gorrión? Pues a cacerolada limpia. Golpeaban ollas y sartenes hasta que estas y otras aves caían muertas de agotamiento. También utilizaban espantapájaros, veneno, tirachinas, munición de fuego, se subían a los árboles para destruir nidos... Todo servía para acabar con los gorriones. Bueno, con los gorriones y con otros animales que fueron víctimas colaterales del uso masivo de cebos envenenados como lobos, conejos, serpientes, perros, palomas… Los gorriones estaban tan asediados que algunos tuvieron que pedir asilo político.
Resulta que, en Pekín, algunos gorriones encontraron refugio en la embajada de Polonia. Las autoridades chinas les pidieron a sus colegas polacos que les dejaran entrar para acabar con los pájaros, pero estos se negaron. Dos días estuvo el ejército chino aporreando tambores alrededor de la embajada de Polonia hasta que cayeron todos los gorriones que allí se escondían. Ni la diplomacia pudo acabar con esta locura que terminó mal. Para los gorriones y para China.
El exterminio de gorriones provocó (entre otras cosas) la Gran Hambruna China
Mao no quiso escuchar a los que le dijeron que, aunque los gorriones se comieran los cultivos, también se comían a insectos que eran aun más peligrosos para el campo. Se lo dijeron investigadores norteamericanos, pero cómo iba Mao a hacerle caso al enemigo capitalista. Incluso se lo dijo un ornitólogo chino, pero le tacharon de reaccionario y le mandaron a un campo de trabajo. ¿Y qué pasó? Que tenían razón.
Después de haber aniquilado a más de 1.000 millones de gorriones, los insectos que solían ser la comida de estas aves se convirtieron en plagas que arrasaron el campo chino. Chinches, saltamontes y, sobre todo, langostas acabaron con tantas cosechas que, junto a una política agraria caótica y a distintos desastres naturales, provocó la Gran Hambruna China, que entre 1959 y 1961 se estima que provocó la muerte de entre 15 y 55 millones de ciudadanos chinos.
Mao tuvo que recoger cable y pidió a la Unión Soviética que le mandaran más de 200.000 gorriones para acabar con las plagas que su exterminio había provocado. Pero todo esto se hizo de tapadillo, no fuera a ser que la gente viese que Mao había cometido un error. Incluso Liu Shaoqi, secretario general del Partido Comunista Chino entonces, atribuyó el 70% de la responsabilidad de la Gran Hambruna a los errores del Gran Salto Adelante. Unos años después, durante la Revolución Cultural de Mao, fue perseguido y encarcelado muriendo al poco tiempo en prisión. Y todo comenzó, en parte, porque a alguien se le metió en la cabeza que había que exterminar a los gorriones.