Esta semana la arrancamos mirando a Portugal, donde las elecciones dieron una sorprendente mayoría absoluta al primer ministro Antonio Costa. Y a pesar del éxito, el primer ministro, que en las próximas semanas inaugurará su tercer mandato consecutivo, ha asegurado que “La mayoría absoluta no implica poder absoluto”. Una frase que dice mucho de la historia de Portugal, un país que ha conocido muy pocas mayorías absolutas desde que se reinstauró la democracia después de 48 años de poder absoluto. Fueron los años de la dictadura de Antonio Oliveira de Salazar, un personaje cuyo ascenso y curioso final recuerda Andrés Moraleda en la Cápsula del Tiempo de Por fin no es lunes.
La dictadura de Salazar tiene su origen en la Primera República Portuguesa, que nació en 1910 tras una revolución que derrocó al rey Manuel II. Los años de la república fueron años de caos político y económico que se pueden resumir en 45 gobiernos en 16 años. Y así, el 28 de mayo de 1926 varios jefes militares dieron un golpe de estado que derrocó a la república e instauró una dictadura militar que le encomendó reconstruir la maltrecha economía portuguesa a un prestigioso catedrático de finanzas de la Universidad de Coímbra llamado Antonio de Oliveira Salazar. Y tan eficiente era este tipo, que en pocos años pasó de ministro de economía a presidente del gobierno, y así, en 1933, dibujó una Portugal a su imagen y semejanza: el Estado Novo.
El Estado Novo o salazarismo es una época de Portugal oscura. Una dictadura de inspiración fascista, con aires del nacional-catolicismo de Franco, con el que compartía muchas ideas, pero amistad no. Y es que Franco prefería hacer migas con los presidentes portugueses, que eran militares como él, y no economistas como el primer ministro Salazar.
Los últimos años de Salazar: Un 'Good bye Lenin' a la portuguesa
¿Y cuál es el legado de Salazar? Pues se puede decir que, sí, saneó las finanzas portuguesas en primera instancia, evitó involucrar directamente al país en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial e hizo buenas migas con Estados Unidos. Pero la realidad de Portugal de puertas para adentro era terrible. Censura, represión… Nuestro país vecino se convirtió en un lugar gris durante el Estado Novo. Un estado que hasta los años 60 no quiso profesionalizar el fútbol porque, según Salazar, era “aglomerador de masas, de dudoso gusto popular y potencialmente subversivo”. Un estado que llegó a prohibir la Coca Cola por ser potencialmente adictiva.
Si los años de salazarismo fueron sombríos e insólitos, el final de la dictadura, y de la vida de Salazar, no fue menos. Resulta que, en el verano de 1968, cuando se disponía a tratarse los callos de los pies, el dictador calculó mal dónde estaba la tumbona y cayó al suelo, dándose un golpe en la cabeza. Pero no fue hasta un mes después cuando, tras unos fuertes dolores de cabeza, le trasladaron al hospital. Allí le diagnosticaron una trombosis cerebral y le operaron, pero unos días después Salazar entró en coma. ¿Os acordáis de ‘Good bye Lenin’? Pues eso es lo que le pasó al dictador portugués, pero sin comunistas de por medio.
Cuando Salazar despertó del coma, bastante perjudicado, Portugal estaba dirigida por Marcelo Caetano, pero eso Salazar nunca lo llegó a saber. Gobierno y médicos montaron una farsa para que el ya exdictador no supiera que lo era. Celebraban con él falsos consejos de ministros y le hacían firmar documentos que después destruían. Todos los días le imprimían un ejemplar especial del periódico en el que no había referencias a Caetano y llegaron a grabar programas de radio y televisión en los que Salazar seguía siendo el dictador. Un montaje casi perfecto que pudo desbaratar un periodista francés que consiguió entrevistarle y publicó la increíble historia en una revista que, evidentemente, fue incautada en Portugal.
Salazar no se enteró del final de la dictadura ni de la Revolución de los Claveles
Evidentemente, Salazar nunca llegó a enterarse de la situación social que surgió en Portugal en sus últimos años de vida. La guerra por mantener las colonias de Mozambique y Angola estaba tensionando la economía y a los militares, que ya no veían con tan buenos ojos la dictadura. Es más, cuando en el verano de 1970 murió a los 81 años, los portugueses no se acordaron demasiado del hombre que había dirigido con mano de hierro al país durante décadas. Seguramente estaban a otras cosas, como preparar una revolución que terminara con la dictadura.
Es la conocida como Revolución de los Claveles, que comenzó en la madrugada del 25 de abril de 1974, cuando los militares contrarios al régimen ocuparon los puntos estratégicos del país. Y lo hicieron después de que, a las doce y veinticinco de la madrugada, sonara en la radio una señal, una canción que también había sido prohibida durante la dictadura: el ‘Grandola Vila Morena’ de José Zeca Afonso.