“Pensad en la Tierra. Hay gente que está destrozando el Planeta. Por eso he hecho esto. Pensad en el planeta”, decía el hombre que, esta semana, ha atacado la Gioconda de Leonardo Da Vinci. Un joven con peluca, disfrazado de anciana y en silla de ruedas que lanzaba una tarta contra la Mona Lisa. Afortunadamente, la obra no ha sufrido daños ya que está protegida por un cristal de seguridad. Y es que no es la primera vez que la Gioconda sufre un ataque de estas características, como recuerda Andrés Moraleda en la Cápsula del Tiempo de Por fin no es lunes.
En 1911 la Mona Lisa fue robada por un ex carpintero italiano del Louvre, que quería devolverlo a su patria, y no fue recuperada hasta casi 3 años después. En 1956 sufrió dos ataques, uno con ácido sulfúrico por parte de un hombre con problemas mentales y otro con una piedra lanzada por un pintor boliviano. En 1974, durante una muestra en Tokio, una mujer intentó rociarla con un spray rojo. Ahí fue cuando decidieron ponerle un cristal de seguridad a prueba de balas, que la protegió del lanzamiento de una taza de té en 2009 y de este último tartazo.
¿Por qué se producen estos atentados contra el arte? ¿Cuáles son las motivaciones de estos terroristas artísticos? Pues como apuntan las historiadoras del arte Beatriz Yoldi y Dimitra Gozgou en su trabajo ‘La destrucción del arte’, “los museos tienden a no facilitar información” para evitar “un contagio de agresiones en cadena”. Suelen apuntar al desequilibrio mental como motivo principal, pero, aunque los problemas psiquiátricos son frecuentes en estos ‘terroristas del arte’, las motivaciones van desde lo religioso a lo político.
Los ataques a obras de arte más sonados de la historia
Hasta siete puñaladas le dio la sufragista Mary Richardson a la ‘Venus del espejo’ de Velázquez. Fue el 10 de marzo de 1914 en la National Gallery de Londres. Un día después de que el gobierno británico detuviera a Emmeline Pankhurst, líder del movimiento sufragista, por alentar disturbios. Fue condenada a 6 meses de prisión y el cuadro pudo ser restaurado a pesar de los importantes destrozos. Un ‘articidio’ político en toda regla. Pero no siempre hay razones de fondo para perpetrar estos ataques al arte.
Si el motivo de Mary Richardson para atacar la ‘Venus del espejo’ de Velázquez fue político y reivindicativo, el del húngaro Lazlo Toth para atacar la ‘Piedad’ de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro del Vaticano en 1972 fue divino (o eso decía él). Lo hizo con un martillo de geólogo con el que le asestó varios golpes a la escultura, cuya virgen perdió un brazo, un ojo y parte de la nariz. Un desequilibrado, decían de Lazlo Toth, y es probable que así fuera, pues los testigos afirman que mientras destruía la estatua gritaba: “¡Soy Jesucristo, soy Jesucristo y he regresado de la muerte!”. Por las evidencias de inestabilidad mental, el atacante de ‘La piedad’ de Miguel Ángel no fue condenado por ello, pero sí recluido en un hospital psiquiátrico durante dos años.
Y es que los motivos de estos terroristas del arte son variados. Políticos, religiosos (aunque con ciertas dosis de desequilibrio mental), pero también hay quien lo hace por envidia, como el pintor alemán que arrojó un frasco de pintura contra ‘La virgen y el niño con Santa Ana y San Juan el Bautista’ de Da Vinci. Un cuadro que también sufrió un ataque de rabia de un ciudadano británico que en protesta por la situación política, social y económica del país (y la suya) disparó contra el lienzo. También hay motivos más pintorescos, como el de la mujer que escribió un mensaje conspiranoico sobre los atentados del 11-S en ‘La libertad guiando al pueblo’ de Delacroix. Y hay quien le ha querido dar una vuelta de tuerca a esto del terrorismo artístico, como el misterioso Banksy, que autodestruyó el lienzo de la ‘Niña con globo’ después de ser subastada por 1,22 millones de euros en 2018 diciendo que “el impulso de destruir es también un impulso creativo”.