En Por fin no es lunes cogemos nuestra Carretera Secundaria para dirigirnos a Priñor, el pueblo donde viven de la muerte. Y no porque tengan una gastronomía única, ni un entorno privilegiado, que también lo tienen, sino porque en esta localidad se cuida al detalle el “Ferrari” con el que pasamos a la otra vida.
Piñor, que tiene unos 1.000 habitantes, se ha convertido en el mayor exportador de ataúdes para España y Portugal. Hasta nueve talleres (en su día llegaron a ser trece) dedican su día a día a fabricar con esmero las cajas fúnebres. Más de 40.000 salen al año de sus almacenes. Son ataúdes fabricados con maderas africanas o de castaño, con molduras redondeadas y colores más claros que antiguamente. Hubo una época en la que las cajas eran negras, cuadradas y de estilo inglés. Luego fueron evolucionando y se pasó al barnizado y a mejores acabados e interiores.
El origen de este oficio en Piñor viene del entorno natural en el que está enclavado, rodeado de montes y pinos. El primer fabricante de cajas fúnebres tenía aprendices. Éstos montaron sus propios talleres con otros empleados, que a su vez también se independizaron y abrieron sus negocios. Así fue como poco a poco una gran mayoría del pueblo comenzó a trabajar en un sector con mucha esperanza de vida.
El negocio de los ataúdes se ha convertido en el motor de la economía de Piñor. Las cajas más demandadas son las más económicas que se mueven en una horquilla de precios que va de los 500 a los 1.000 euros. Aunque no faltan los más exigentes que buscan el "Ferrari de los ataúdes" cuyo precio asciende a los 6.000 o 7.000 euros.
En Por fin no es lunes hemos hablado con José Luis González, alcalde de Piñor, empresario del gremio y el impulsor del que será el primer Museo del Ataúd en España, que abrirá sus puertas a finales de año y que incluirá herramientas antiguas, fotos y tres ataúdes que mostrarán cómo ha evolucionado el diseño de los féretros. Todo un viaje hacia la muerte.