Nos va a costar encontrar semanas de actualidad reconfortante este año por las urnas y por las suma de crisis que estamos viviendo, también porque algunas de las crisis están fuera de nuestro alcance, el alcance de nuestro país, pero otras son autoinducidas.
No está en nuestras manos, por ejemplo, cambiar el curso de la guerra ni el ciclo de la economía. El proceso de inflación y la consiguiente subida de tipos todavía queda, pronto lo veremos, van a subir más. Son fenómenos globales, pero la situación provocada por el desastre de la ley del 'solo sí es sí' podría haberse evitado y el malestar podría estar rebajándose si el gobierno atendiese la demanda social, si pensase aunque solo fuese un poco en las víctimas y si no hubiese convertido este espanto en una razón para desencadenar un pulso en la coalición. Un pulso que será largo porque hasta el 7 de marzo no se votará la toma en consideración de la reforma y, desde ahí hasta la definitiva aprobación, pasará tiempo, el necesario para estirar la cuestión hasta las urnas de mayo y desgastar a Sánchez como quede podemos. A este punto de degradación ha llegado la coalición.
PSOE y Podemos viven cada problema del país como una ocasión para enfrentarse entre ellos, ya se pelean hasta por la guerra. Están en un tercer pulso que son los precios, el carrito de la ocmpra sobre el que tantas veces hemos hablado aquí. Quedan meses de precios altos por delante, es probable que solo hayamos recorrido la mitad del camino.
Quiero hablar también del escándalo que se está desatando en nuestro fútbol a cuenta en la presunta corrupción entre particulares que relacionaría al Barça con los árbitros. El asunto es demasiado grave, afecta a la credibilidad en nuestro deporte, daña la imagen de nuestro país y deteriora la confianza ciudadana en las reglas del juego y eso es algo que me preocupa mucho porque si el juego se puede condicionar mediante el uso turbio del dinero, si el terreno de juego se puede inclinar hacia uno u otro lado mediante la corrupción, si todo esto se confirma, la ciudadanía perderá también confianza en el conjunto de las normas que rigen el funcionamiento de toda nuestra sociedad.
El descubrimiento del sistema, siempre termina convirtiéndose en una amenaza para el sistema democrático, los beneficiados por la deslegitimación de la democracia no son los que menos tienen sino los más poderosos. La onda expansiva del escándalo que vincula al Barça con los árbitros va mucho más allá de las calles. No lo podremos medir pero sí lo podremos sentir.