Es bastante seria la situación actual, pero se están empleando palabras que no encajan con los hechos. La precisión en el lenguaje lo es todo, el lenguaje traza el perímetro de los hechos y, si no se ajusta a la verdad, ya se desata la propaganda y con ella la sin razón.
Tras 40 años del golpe de Estado, los políticos de ambos lados emplean frívolamente, y en el mismo lugar, las palabras 'golpe' y 'atropello a la democracia'. No estamos viviendo un golpe pero esto es bastante grave, por eso la semana que por fin termina nos ha dejado motivos para la preocupación profunda y lo que viene.
Primero, nuestros representantes empiezan a tratarse entre ellos con el mismo lenguaje y la misma agresividad que sufrió nuestro parlamento en la 2ª república, y pensar que no hay relación entre aquellas palabras y las balas de después es una irresponsabilidad.
Cuidado con las palabras que las carga el diablo. Debajo del lenguaje está la lógica y me preocupa que se esté empleando la lógica del enemigo en lugar de la lógica del adversario que, al final, es la base de nuestra democracia. No estamos viviendo un golpe pero sí se está produciendo un claro vaciamiento de nuestro sistema constitucional. El principio de la solución empieza por hacer un buen diagnóstico de la situación para emplear el lenguaje adecuado.
El segundo motivo de preocupación está en la dinámica sádica que el poder político está instalando en su relación con los ciudadanos. Resulta moralmente insoportable cuando hay gente pasando dificultades y que las medidas para afrontar los problemas, para llenar el carrito de la compra, se pospongan.
Hay algo de comportamiento de maltratador en lo que nos está pasando. Primero te hacen daño en lo más hondo de la democracia, lo más valioso que los españoles compartimos, y luego te vienen con un cheque para que podamos comprar comida. Es exactamente igual que hacen los maltratadores cuando vuelven a casa con un ramo de flores compradas en la gasolinera después de haberte maltratado y humillado.