Día del trabajo, vamos a ver una representación teatral en un día muy difícil para los sindicatos porque tienen que aparentar qué tienen más capacidad de movilización de la que les queda.
Eso se perdió aunque lo que siguen son las subvenciones, bien regadas desde el Ministerio de Trabajo, donde Yolanda Díaz les ha mimado y ahora espera obtener el retorno electoral. De manera que veremos una simulación, con más liberados que currantes, con mucha docilidad hacia el poder político y ninguna crítica al gobierno, en un tiempo difícil en lo coyuntural y lo estructural para el empleo. Porque algo se ha roto y nadie está hablando de ello y no sólo es aquí, es en todo el mundo.
El trabajo ha dejado de ser central en la vida de los jóvenes porque el empleo no sirve para fortalecer sus proyectos vitales. Las generaciones más jóvenes no son de cristal, sencillamente no son estúpidas. La época en la que tener un trabajo te ponía a salvo de la pobreza, a ti y a los tuyos, se ha terminado. Las décadas en las que tener un primer trabajo te permitía salir del nido, empezar por ti mismo un proyecto vital, ya no existen. Los años, que nosotros llegamos a conocer, cuando ser mileurista se consideraba una desgracia, aquellos años en los que si tu trabajabas y tu pareja también, ya era posible montar una familia y tener hijos, ya no están.
Ahora tenemos menos hijos de los que queremos porque vivimos agobiados por la incertidumbre y la inseguridad económica. Aquella vieja promesa de que si trabajabas y te esforzabas podrías ahorrar un poco, tener unas pocas vacaciones y después un poco de tranquilidad en la vejez, se han evaporado. Trabajamos mucho pero ya no esperamos que los hijos puedan vivir mejor nosotros.
Se ha abierto una brecha laboral entre los que se sienten más o menos tranquilos, fundamentalmente los funcionarios, y la inmensa masa precaria, que marca una diferencia tan profunda en nuestra sociedad como la brecha generacional, la brecha entre analógicos y digitales, la brecha entre el campo y la ciudad. Y por esa brecha se nos está estrangulando la clase media.
Los autónomos, el sector más castigado de nuestra sociedad, crujido a impuestos y ayunos de beneficios, estos no reciben ayudas. Los hogares que se esfuerzan tanto como el que más, y han pasado este invierno más frío que nunca y pasarán este verano más calor que los demás. Las familias que van al mercado y miran mil veces los precios, que miran la carne y el pescado como si fueran productos de lujo bajo el gobierno que se llama a sí mismo el más progresista de Europa. La propaganda es atronadora. Pero la realidad es la que es. Y no se puede ocultar, ni se debe burlar