Esta semana ha salido una noticia que ha llamado especialmente la atención: un conflicto ferroviario, más de una treintena de trenes han sufrido grandes demoras en nuestro país y algunos incluso han tenido que regresar al punto de origen sin poder llegar a su destino. En la ruta Madrid-Gijón un convoy estuvo retenido más de dos horas con 150 personas abordo. Tres horas y media parado otro de Madrid a Cáceres, también demoras entre Gijón-Valladolid, Vigo-Barcelona y en diversos puntos de nuestra geografía.
Lo interesante de esta noticia es que para que los trenes reanuden su servicio no les hace falta un mecánico. Los trenes se detenían por una ambigüedad lingüística.
La cosa fue así: Todos sabemos que los trenes atraviesan pasos a nivel (intersecciones en las que una carretera o un camino se cruza con una vía férrea). Bien, estos pasos tienen una señal que le indica al maquinista si la protección está asegurada y el tren puede, por tanto, seguir su camino sin riesgos. Cuando esta protección no está totalmente garantizada la señal indica otro estado y el maquinista debe estar alerta porque se le fijan unas condiciones de acceso más limitadas.
Esas condiciones del Reglamento de circulación ferroviaria han sido modificadas por un Real Decreto que establece que en, en algunos casos, el rebase del paso a nivel necesi-ta una autorización por parte de infraestructuras ferroviarias. Es decir, que el maquinista necesita que el jefe de circulación le comunique expresamente que el tren puede seguir su marcha. Estas notificaciones, por cierto, se denominan telefonemas.
Los retrasos de esta semana se produjeron cuando los trenes llegaban a estos pasos a nivel sin asegurar, porque en infraestructuras se interpretaba que el tren podía seguir avanzando con lo que se llama marcha a la vista (unos 5km por hora), pero los maquinistas entendían que el reglamento les obligaba a detener el tren hasta que contaran con la autorización expresa de paso o, en todo caso, se les autorizara el retroceso.
Hay que decir que las ambigüedades no son incorrectas gramaticalmente. El lenguaje no es todo lógica, no es así ni falta hace que lo sea. Hay muchas estructuras en una lengua que tienen, a priori, varias interpretaciones en potencia y es normalmente el contexto el que nos da la clave.
Estructuras como Vi a Fernando caminando, sirven tanto para decir que “Mientras yo caminaba me crucé con Fernando” como que “Vi a Fernando y él estaba caminando”. Oraciones en las que cabe una lectura distributiva del tipo Todos los niños leyeron un cuento pueden hacernos dudar de si todos los niños leyeron necesariamente el mismo cuento. Algunas frases negativas se prestan también al juego de saber hasta dónde alcanza exactamente la negación, cuál es su ámbito: Adolescentes del mundo, cuando vuestros padres os digan No te doy dinero para que aprendas a ahorrar siempre podéis responderles “Si yo lo que quiero es que me des dinero para gastar, no para aprender a ahorrar…”).
Sin llegar a creer que estas frases son agramaticales, sí que es bueno, sin embargo, que nuestra conciencia sobre el idioma nos haga detectar que estos enunciados no son inequívocos y que, por tanto, habrá muchos casos es los que sea preferible optar por otra formulación. Así nos ahorramos el bochorno que tuvo que pasar aquel que cuando se murió el puerco que la cantante tenía por mascota tituló “Muere la cerda de Miley Cyrus” y así nos ahorramos también quedarnos varados en un paso a nivel, sin saber si podemos y/o debemos cruzar.