Estamos viviendo tiempos convulsos. A veces, apocalípticos. Como con una sensación permanente de amenaza. Que si una nueva pandemia. Que si un volcán. Una guerra. Una sequía. Tantas cosas que, al final, parece que quedamos anestesiados ante los grandes desafíos globales y se instalan en nuestra mente las preocupaciones más prosaicas. Los temores más estúpidos… ¿O no tan estúpidos? Entre las preocupaciones sobre riesgos más pintorescos que suelen aparecer cuando se nos pregunta a los humanos, recurrentemente surge una duda y temor: ¿Puede ser que crezca una planta dentro de nosotros si nos tragamos una semilla y no la expulsamos de forma natural?
En Divulga que algo queda Mario Viciosa nos da una respuesta sorprendente. Sí te puede germinar una semilla dentro del cuerpo. Sí puede crecerte un árbol en tu interior. Aunque eso sí, es algo tan inhabitual que la literatura científica apenas registra algún caso. El último publicado data de 2010. Es el caso de Ron Sveden, un hombre que entonces tenía 75 años. Una radiografía mostraba una masa oscura en uno de los pulmones de este hombre, que padecía enfisema. Los médicos concluyeron que podría ser un tumor. Pero para el asombro de ese hombre de Massachusetts, la biopsia de la misteriosa masa reveló que en realidad se trataba de un retoño de guisante. Le sacaron el guisante germinado y el hombre se recuperó sin problemas. "Se me habrá ido por el otro lado" declaró al Boston Globe, que en su momento contó su historia.
Y ¿un árbol? ¿también puede crecer en nuestro interior? Pues es totalmente posible. Encontramos un caso documentado en 2009, en Artyom Sidorki, una ciudad rusa de los Urales. Un señor expectoraba sangre y los médicos pidieron una biopsia. En lugar de un tumor, lo que encontraron fue una rama de abeto germinada de 5 centímetros. ¡Un abeto! ¿Y cómo llega un abeto al pulmón? Los médicos dijeron que sólo podía haber sido por aspiración. O sea, que debía de ir por el campo y en una bocanada de aire, zum, para dentro. Al pulmón. Aquellos doctores fueron a buscar en la literatura científica más casos como el de su paciente. Y vieron un informe de 1890 aparecido en el Maryland Medical Journal sobre un niño pequeño que, sin querer, aspiró una semilla de sandía y se alojó en sus bronquios. No llegó a crecer, ni echar raíces o tallo, pero los médicos manifestaron que la semilla había realizado un intento abortado de brotar. Es decir, que puede ser que aspiremos muchas semillas y nuestro cuerpo, las más de las veces, las destruya antes de que germinen.