Un domingo más Mario Viciosa nos acerca a la ciencia a través de su sección Divulga que algo que queda. Hoy en Por fin no es Lunes aborda los retos de la Cumbre del Clima de Glasgow. En la hoja de ruta, para recortar las emisiones de gases implicados en el calentamiento global, se encuentra cambiar el modelo energético y de consumo de todos los países del mundo de manera justa.
En 2030, casi un tercio de todo nuestro consumo deberá ser renovable para cumplir con los Acuerdos de París. La ciencia dice incluso que debería ser más y que no lo tenemos tan difícil, ya que vivimos en un planeta al que le pega el sol durante la mitad del día. Aunque para aprovechar la energía solar y eólica hace falta tecnología. Y se da la paradoja de que ahora vamos escasos de suministros para fabricar placas y molinos. Faltan chips y otros componentes como son los semiconductores.
Arena para fabricar chips y placas solares
El motivo de la escasez se encuentra en la pandemia y en lo que hemos tirado de productos de alta tecnología. Los escasos productores de chips en el mundo han abandonado a otras industrias y se han centrado en esa demanda. O sea, que ha repercutido en otros sectores que necesitamos para producir y consumir energía más limpia. Desde los aerogeneradores a los coches eléctricos, pasando por las placas solares y los chips.
Las placas solares se fabrican con lo mismo que los chips, con arena. En concreto, el silicio que es el principal ingrediente de la arena. Y de ahí lo de Silicon Valley. Lo que pasa es que dentro de las placas y ordenadores no hay arena. Hay silicio muy purificado, y apenas hay un puñadito de empresas en el mundo que se dediquen a ello. Pero ¿qué pasaría si un día hubiera un problema de escasez?
Los árboles y las placas solares
Hace más de tres décadas, Michael Gratzel, se puso a investigar en nuevos materiales para producir energía limpia. Un día dando un paseo, empezó a fascinarse con las hojas de los árboles. Al trasluz, cuando les pega el sol, ves sus nervios dibujados como si fueran las placas de un transistor. Y ahí es donde se le encendió la bombilla. La fotosíntesis pilla luz y la convierte en energía para la planta. Eso teníamos que hacer los humanos.
Gratzel fue el primero en combinar sistemas de moléculas y nanopartículas para imitar a la fotosíntesis con gran eficiencia. O sea, creó hojas artificiales. Árboles voltaicos. Las hojas naturales son verdes, porque la magia de la fotosíntesis está en la clorofila, como en los chicles. Las células de Gratzel también tienen un pigmento que recubre pequeñísimas partículas de titanio.
Sobre estas cuestiones hablamos en Por fin no es Lunes con Ignacio Mártil, catedrático de Microelectrónica, Premio Nacional de Física y uno de los mayores expertos del mundo de los semiconductores. Por cierto, quieres saber ¿cuál es la respuesta a la duda de la semana? Pues presta atención.