Esta semana hemos conocido que un equipo de la Universidad de Stanford ha implantado tejido de cerebro humano en el de una rata. No sólo es la primera vez que neuronas humanas se trasplantan a cerebros en desarrollo de ratas. Se han podido conectar ambos circuitos, el humano y el animal. Las neuronas humanas pueden controlar las acciones de las ratas. ¿Hasta qué punto estamos creando seres híbridos? ¿Cuánto se puede conseguir con apenas un puñado de neuronas?
Lo primero que debemos aclarar es que no han implantado un cerebro humano en el cerebro de una rata. Ni siquiera un trozo. Lo que han injertado es un organoide de cerebro, que es algo distinto y no menos impresionante. Algunas personas lo llaman "minicerebro de laboratorio". No sería estrictamente así, pero se parece más a eso. Porque los organoides son versiones artificiales de órganos, con algunas de sus funciones más o menos logradas, pero siempre nacidos fuera de un organismo. Es decir, son cultivos de montón de células madre que empiezan a organizarse y a formar un órgano de cero.
Esto, si cabe, hace a la historia de la rata aún más impresionante. Repito: estamos hablando de pseudoórganos humanos que nacen como de la nada en una placa de laboratorio. En realidad, nacen de células madre que tienen la cualidad de convertirse en casi cualquier tejido si los científicos las programan adecuadamente. En este caso, le dijeron: "oye, conviértete en un cerebro". Y se pusieron a ello. A transformarse en neuronas.