Bilbaino de nacimiento y oriolano de adopción, Aitor Larrabide, el director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, nos abre las puertas al museo alicantino para conocer la vida de Miguel Hernández, el ilustre escritor de la generación del 36 que el 30 de octubre cumpliría ciento once años.
"Miguel Hernández tiene algo que llama a mi corazón", confesaba Larrabide que no dudaba en ensalzar la figura de este escritor de orígenes humildes.
Sobre Miguel Hernández
Abandonó muy pronto la escuela para ponerse a trabajar, pero Miguel Hernández desarrolló su capacidad para la poesía gracias a la lectura. Así pues, pronto se unió a la tertulia literaria de Orihuela, donde conoció a quien se convertiría en su gran amigo Ramón Sijé.
Tras unas cuantas idas y venidas, el escritor se estableció en Madrid donde explotó su potencial literario. Escribió en estos años los poemas El silbo vulnerado (1934), Imagen de tu huella (1934), y el más conocido: El Rayo que no cesa (1936).
Sin embargo, tras el estallido de la Guerra Civil, Miguel Hernández se posicionó abiertamente en el bando perdedor, de modo que, a su fin, fue condenado a pena de muerte. Aunque se le conmutó por treinta años de prisión, Hernández no llegó a cumplirlos porque falleció el de tuberculosis el 28 de marzo de 1942 en la prisión de Alicante.