El concierto de Año nuevo nos ubica en la tradición, el deleite y la filarmónica de Viena. Ahí se oyen los primeros aplausos, polkas, valses de celebración y bienvenida a los próximos doce meses. Pero sí hay algo que viene faltando en todo ese simbolismo: una corchea que avive el ritmo, un pronombre personal, el pronombre personal ella.
Nuestra invitada es carisma y excelencia. Expresa el don y se endereza con la misma disciplina con la que sobrevuela el espacio cuando marca las coordenadas a los vientos, a los arcos y tiene re-percusión en todo lo que aspavienta. Un año después de otro desfila por grandes salas pero la empuñan menos de las que deberían.
Muchos son sus apellidos, aquí en España la pionera que se lo prestó fue Fernández Manzano - Azucena, de las primeras directoras de orquesta de nuestro país. Ahora son más, López Calzada o Inma Shara. Son más, pero menos de las que se esperaban en los 80. Las tradiciones se abren paso hacia el futuro casi sin que haga falta decir nada.
¿Y qué debe de tener una batuta? Principalmente liderazgo y ha de medir muy bien sus posibilidades. También se le exige ser empática, que las directrices surjan de un alma que da y recibe. Batuta que no varita, aunque la magia parezca la misma.
Alondra de Parra representa todo eso. Alguien que conecta con el presente, con este día, y que quiere de los demás lo que puedan darle con su imaginación y aliento. No es solo una directora de orquesta, mexicana nacida en Nueva York fundadora y directora artística de la Orquesta Filarmónica de las Américas, que ha dirigido más de 100 orquestas, de las más prestigiosas del mundo, sino que además es un sueño para todas las aspirantes a la dirección de orquestas imposibles.
Admirada por el maestro Baremboin y medio mundo al que tiene hechizado con su talento. Y ojalá muy pronto sea la primera mujer en dirigir el concierto de año nuevo.