Si pensamos en adicciones, posiblemente nos vengan a la mente las drogas, el tabaco, el alcohol o las compras. Se puede ser adicto a muchas cosas, hasta al chocolate; realmente a cualquier cosa que nos genere placer. Pero, ¿y el mundo digital?
Mirar un dispositivo con pantalla es lo primero y lo último que hace cada día el 80% de la población española, así lo refleja el informe ‘Screen pollution y la COVID-19’. Un problema que puede afectar gravemente a nuestra salud.
Los expertos sanitarios ya han puesto nombre a este nuevo trastorno: nomofobia.
Antonio Terán Prieto, médico psiquiatra, especialista en adicciones en el Centro de Atención a Drogodependientes San Juan de Dios (Palencia), afirma que Internet está haciendo que perdamos capacidades que nos han ayudado en todo el proceso evolutivo de nuestra sociedad. “Nadie puede negar que las tecnologías son un avance, el problema es que las estamos utilizando como alternativa, no como complemento al desarrollo a nuestra inteligencia”, sostiene.
Por su parte, Eulalia Alemany, directora técnica de la Fad, explica que antes la inteligencia era más lineal, pero con las tecnologías el pensamiento se ha vuelto circular. “No creo que seamos menos inteligentes, simplemente estamos evolucionando en positivo”, declara.
Terán indica que los jóvenes tienen problemas de cálculo, de compresión verbal, de la comunicación empática. “Internet hace que perdamos habilidades y capacidades de resolución que nos están haciendo menos inteligentes”, asegura. El médico dice que ahora todos los problemas “los resolvemos a través de una maquinita, aunque esta puede fallar en cualquier momento, simplemente porque no tenemos cobertura”.
La dependencia al móvil produce ansiedad
Esta dependencia al móvil llega a producir ansiedad. Es lo que se denomina como “nomofobia”. “Es un miedo irracional, miedo intenso, cuando nos encontramos en una situación en la que no podemos utilizar el móvil”, explica el médico sobre este trastorno.
Por otro lado, Alemany cuenta que ve muchas veces a padres angustiados por la cantidad de horas que sus hijos utilizan el móvil. No obstante, insiste en que el problema no está tanto en el tiempo, sino en la calidad de los contenidos a los que acceden.