Parece que en los últimos tiempos no se puede hablar de nada sin crear una polémica. Algunas personas hablan incluso de reparo o hasta miedo a opinar sobre un tema determinado o a tener un punto de vista que se sale de lo políticamente correcto. Por eso, han preferido callar ante un familiar o un amigo, porque saben que la conversación va a acabar mal.
Si eso se da en círculos de supuesta confianza, se da aún más en las redes sociales, donde podemos topar con un linchamiento digital, o incluso en artículos, precisamente, de opinión que hieren las sensibilidades de aquellos que se creen con derecho a censurar y que, además, lo intentan.
Es lo que le hizo reflexionar a la persona con quien tomamos este café en 'Por fin no es lunes', la escritora Carmen Domingo, que hace un reclamo al gusto de discutir ideas y asegura que hemos entrado en una 'Cultura de la Cancelación' que se extiende a todas las ideologías que intentan limitar el debate público.
Esto sorprende, por lo que queremos hablar de esa falta de discusión frente a ciertos temas y círculos donde solo admiten lo políticamente correcto. Escritora de novela, teatro y ensayo, autora de 'Cancelado. El nuevo Macartismo' y una persona que "no pone líneas rojas, escucha y lee distintas opiniones".
La cultura de la cancelación que se practica desde la izquierda
Carmen explica que tradicionalmente, la censura y la cancelación se practicaban desde la derecha (quema de libros por los nazis en la II Guerra Mundial, prohibición de la opinión por la Inquisición, censura de Cela en el Franquismo, etc), pero "el fenómeno que ha venido a cambiar esa dinámica es que justamente la izquierda ha cogido esa falta de libertad de expresión para practicarla".
"En lugar de quitarnos de encima ese lastre, ahora la sensación que se tiene es que yo acepto la libertad de expresión siempre que tú opines lo mismo que yo", asegura. Y reitera que desde su punto de vista, "había mayor libertad de opinar hace 30 años", otra cosa es que "las consecuencias fueran distintas, pero ahora nos autocensuramos nosotros mismos".
"Parece que hay que dejar de leer a Roald Dahl porque usa la palabra 'gorda' y eso ofende"
Explica que se dio cuenta de esta cultura de la cancelación y de que tendría un largo recorrido cuando vio que cancelaban a J.K. Rowling al no invitarla siquiera a la adaptación de sus propias novelas, o cuando quemaban novelas de Amelia Valcárcel en la universidad, dando especial protagonismo a la periodista Ana Iris Simón, que publicó un artículo en defensa de la familia y se la catalogó como falangista.
También habla del caso del escritor Roald Dahl, al que parece que hay que dejar de leer porque habla de "personas gordas" y utiliza el término "gorda" y "como eso ofende, entonces hay que cancelarlo y cambiar las palabras de las obras. Es un despropósito". También con el caso de HBO, "se tiene que evitar la emisión de 'Lo que el viento se llevó' porque hay una criada negra en una época en la que había criadas negras".
"El drama es que ni siquiera se quiere la opinión. No entendemos que haya una parte de la sociedad que opina distinto que nosotros", afirma.
¿Hay que poner límites a las opiniones?
Pero, ¿cualquier opinión merece ser escuchada o hay que poner límites? La escritora lo tiene claro: "la ley ya pone esos límites y ya establece qué es un delito de odio y qué no, pero no tiene nada que ver con la opinión, sino con ser libre. Si dices una barbaridad, ahí interviene la ley, pero el resto es opinión y no tendría que estar sujeto a nada".
Y esto, ¿qué efecto está provocando en los ciudadanos? Según la escritora, el efecto contrario porque está provocando una deriva ideológica importante: "El cambio electoral que está habiendo en las votaciones tiene que ver con esta izquierda líquida que se creía el mambo y que de pronto ha dejado la sensatez en manos de aquellos a los que criticaba", asegura.