Don Quijote de la Mancha es el protagonista del libro en español más universal que, como cada año al acercarse el día del libro, se ha revivido en una lectura continuada en el círculo de bellas artes. De hecho, hoy se celebra el día del libro con la que se creía que era su fecha de su muerte, al igual que otros grandes como Shakespeare, pero el 23 fue cuando se enterró. En el número 87 de la calle Atocha, está la imprenta de Juan de la Cuesta donde se imprimieron muchas grandes obras del Siglo de Oro Español y, evidentemente, Don Quijote de la Mancha. Este edificio ahora acoge la sociedad cervantina donde encontramos a personas como Cristina Esteban, la encargada de guiar las visitas que se hacen a esta imprenta.
La imprenta del Siglo de Oro
Cristina Esteban explica que esta imprenta "es un sitio muy mágico" en el cual "se imprimieron la gran mayoría de los libros más importantes del Siglo de Oro español" y, aunque "la gente se siente atraída por ser el sitio donde nació el Quijote", puntualiza, "también hay que saber que se imprimieron libros de Lope de Vega, de Tirso de Molina, Quevedo, de Calderón de la Barca".
La guía de la imprenta, explica, para conocer la historia de este emblemático edificio "tendríamos que remontarnos al año 1586 que fue cuando se fundó la imprenta, que en ese momento no era la imprenta de Juan de la Cuesta. Era la imprenta de Pedro Madrigal, un señor de Salamanca que se vino con su mujer, María Rodríguez Rivalde, y ellos fundaron allí su imprenta". El negocio no fue solo de cara porque la mujer tuvo un problema por el que "se iban muriendo los maridos de María. Se murió Pedro, ella se volvió a casar con otro señor impresor y poco a poco se iban muriendo todos", esto es debido a que las condiciones laborales que había en la imprenta no eran favorables porque las tintas eran muy tóxicas.
El problema se agravaba porque "en ese momento, las mujeres por sí mismas no podían llevar un negocio" por la concepción social de la época. "Entonces, lo que hizo fue contratar a unregente, Juan de la Cuesta", que era un joven de "veintipico" años conocido en Madrid por su destreza en los Negocios y "lo casó con su sobrina, María de Quiñones". Juan de la Cuesta, "tuvo la suerte que cuando el llegó en 1602, dos años después llegó el momento más importante del negocio porque llegó el encargo, el encargo del Quijote" en la que Cervantes, acompañado de su librero, hicieron el encargo de la primera impresión, "de 1800 ejemplares del Quijote". Estos ejemplares salieron "el 16 de enero de 1605, salieron de allí impresos y desde el principio fue un éxito de ventas". Tal fue el éxito que, "dos meses después, en marzo/abril del mismo año, volvieron a la casa Cervantes y el librero" porque se les había terminado y querían una segunda edición. Esto sorprende porque es "una época que no había móviles ni internet, y que el boca-oreja era muy lento" y "teniendo en cuenta que Cervantes no era como Lope, era un autor bastante desconocido y bastante humilde".
Todo esto llega en un momento con Juan de la Cuesta en la imprenta, lo que propicia con muchas portadas con su nombre y reconocimiento. Sin embargo, "dos años después, Juan de la Cuesta, se fue. Desapareció y se fue a las Indias abandonando a su mujer embarazada y a la tía de su mujer con una situación bastante complicada" pero con "un poder notarial en el que le daba permiso a ellas para firmar con su nombre". De hecho, María de Quiñones "fue la primera impresora de Madrid, fue la primera mujer que en 1633 se atrevió a firmar con su nombre", un avance en la figura de la mujer que fue bastante importante.
1800 ejemplares en dos meses
Las tecnologías de antes no eran como las que podíamos encontrar hoy en día ya. Según Cristina Esteban "el proceso era lentísimo" porque era todo manual. Aún así, explica, se tarda muy poco para lo que era llegándose a realizar los 1800 ejemplares en apenas dos meses, desde noviembre de 1604 hasta enero de 1605.
La figura del corrector de imprenta
Las primeras copias se realizaron con muchas erratas, "más de mil errores", algo poco común porque la imprenta tenía la figura del corrector de imprenta, Gerónimo de Salazar (corrector de la imprenta por 30 años), que se dedicaba a "coger todos los manuscritos que llegaban, que estaban ya afectados por la censura, y él los transcribía a mano, palabra por palabra, todas las obras que llegaban corrigiendo gramaticalmente y ortográficamente la obra para facilitar el trabajo a los operarios que luego imprimían en el taller". Estos correctores eran personas perfectamente cualificadas con estudios.
El problema estuvo motivado por las prisas en imprimir todas las obras que hizo que se saltasen el paso previo a la impresión, que era la corrección de los tipos móviles de Gutenberg donde se hacía una prueba de impresión.
El libro, un objeto de lujo
En los tiempos de las primeras copias del Quijote, los libros era un objeto que gozaba de lujosidad por lo que, la gente con unas ganancias más precarias "lo que hacía era comprar un pliego de ocho páginas que valía 3,5 maravedíes de la época" para leerlo, vendérselo a un amigo y así poderse comprar el siguiente pliego. Para las personas más adineradas, no tenían mucho problema por lo que compraban todos los pliegos y los encuadernaban.
De esta forma, el Quijote entero "costaba 250,5 maravedíes de la época" comparado con, por ejemplo, "el sueldo de un maestro de oficio, que era el rango profesional más alto de la época, era de 100 maravedíes".