Emilio Calatayud entró en la justicia por casualidad. Estudió ICADE y ejerció de abogado, como su abuelo, su padre y sus hermanos. Pero no valía. Su primer cliente había robado una moto al hijo del presidente de la Audiencia de Ciudad Real. Y claro, le condenaron. Aquello no le gustaba. Así que se fue a Madrid y se metió en una empresa a vender papel de ordenadores. Estando en esas, le llamaron para hacer la mili y es a ella a quien le debe ser juez. Bueno, a la mili y a su amigo Miguelito, que fue quien le animó a hacerse juez.
De aquello ya han pasado más de 40 años. Hoy aquel joven es el juez de menores más veterano de España. Sus sentencias no dejan indiferente a nadie. Son ejemplarizantes y rehabilitadoras. Lo mismo condena a un menor a aprobar la ESO, que a pintar un comic o asistir a víctimas de accidentes de tráfico. Es claro y contundente. Y como le gusta decir "hay que llamar al pan, pan y al vino, vino". Actualmente es el titular del Juzgado de Menores número 1 de Granada.
"Hay que hablar claro y que todo el mundo lo entiendo", asegura el magistrado y opina que a los menores "hay que explicarles cómo es su ley porque tienen derecho a saberla".
Calatayud explica que el perfil de los menores que delinquen ha cambiado en los últimos 30 años. Antes eran de clase "baja" o "marginales" y el tipo de delitos que cometían solían estar relacionados con los hurtos. Ahora, son jóvenes de "clase media-alta" que "maltratan a sus padres" o cometen "abusos sexuales, incluso en manada".
El juez nos cuenta, además, que la sentencia que más le ha dolido dictar es "tener que condenar a chavales a tener que leer y a escribir".