Hoy en Por fin no es lunes hablamos con Fernando Romay. Sus dos metros trece centímetros le sirvieron para convertirse en una de las mayores leyendas del baloncesto español. Pero no se equivoquen. Cuando fichó por el Real Madrid, Fernando Romay no tenía ni idea de baloncesto. Su prueba de acceso fue surrealista. Ni siquiera había zapatillas de deporte de su número, un 56. Era algo torpe y falto de coordinación. Pero también le dijeron que era la leche, la leche de alto, y le engañaron. Porque frente a Tkachenko, él era el "bajito entre los altos".
A pesar de los inconvenientes, todos apostaron por él. Y él no defraudó. Durante más de una década y media fue “el techo” del Real Madrid y la Selección. Logró innumerables títulos: 2 Copas de Europa, 7 Ligas, 5 Copas del Rey, 2 Copas intercontinentales, 3 Recopas… Aunque, sin lugar a dudas, la mayor proeza la consiguió junto a la selección española en las Olimpiadas de Los Ángeles 84.
España se colgó la medalla de plata tras un partido épico contra EEUU. En aquella final, Romay logró ponerle un tapón al mismísimo Michael Jordan. Tras aquella gesta histórica, los jugadores que hicieron popular el baloncesto por primera vez, se convirtieron en héroes. Once años después, en 1995, el que fuera pivot del Madrid se retiró en Zaragoza. Aunque ya tenía otras opciones en su punto de mira: la televisión y los proyectos sociales. Ahora es directivo de la Federación Española de Baloncesto y conferenciante.