Gerard Jofra tenía catorce años cuando comenzó a trabajar con su padre, Eugenio. Le acompañó prácticamente en todos sus viajes. Entre bambalinas observaba a aquel hombre que, sentado en un taburete, vestido de negro y con un cigarrillo en la mano, arrancaba las carcajadas de un público entregado. Dice que ser Eugenio no fue fácil, pero ser su hijo tampoco. El grado de exigencia era muy alto y nunca era suficiente.
Sin embargo, su padre siempre le enseñó a tomarse la vida con humor. Hoy aquel niño es un hombre y ya no se esconde tras las cortinas. Hace un tiempo que decidió subirse al escenario para hacer lo que más le apetece y ya de paso cumplir el deseo de su padre: “acabar su obra”. Ahora se encuentra inmerso en su espectáculo ¿Hay alguien?,en el Café Teatro Llantiol de Barcelona, mientras espera con entusiasmo la llegada de los Goya.