Ignacio Doñoro está cambiando el mundo para mejor. Era capellán de la Guardia Civil, comandante, tiene en sus espaldas varias misiones de guerra, tres medallas de la OTAN. Vivía bien, gozaba del éxito dentro del cuerpo y pidió una excedencia para irse, en sus propias palabras, al infierno.
Un infierno que se está esforzando por cambiar. Su día tiene más horas que el de los demás. Apenas duerme. Y su labor es salvar a niños de las mafias de órganos. Lleva 300 niños salvados, probablemente más.
Ahora su labor se está reconociendo en todo el mundo y le han propuesto como candidato al Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Tenemos en 'Por fin no es lunes' a Ignacio Doñoro, Pater Ignacio. Nos cuenta cómo cambió radicalmente su vida: "Ahora estoy en Perú. El tráfico de órganos empezó hace muchos años en el Salvador, después en Colombia. Donde yo estoy no hay tráfico de órganos, pero sí hay niños que viven en extrema pobreza y sufren todo tipo de atrocidades".
Nos cuenta que los jueces le entregaron a un niño porque había sufrido todo tipo de abusos. "Cuando me lo entregaron parecía sacado de un campo de concentración y a partir de entonces lo traje conmigo. Este niño no hablaba y un día duchándose empezó a cantar", dice. "Cada niño tiene un drama a sus espaldas", afirma.