Hay un adjetivo que se extiende por los bares y las tabernas de Andalucía. Se trata de una palabra del español antiguo que aparece ya en el siglo XV. Como la mayoría de nuestro vocabulario, proviene del latín de la palabra 'sessus', que significa asiento.
En este sentido, la primera acepción que encontramos en el diccionario de la Real Academia Española asume que sieso es el eufemismo de la parte de nuestro cuerpo que usamos para sentarnos y lo define así: "Ano con la porción inferior del intestino recto". Pero es la segunda acepción la que nos incumbe en esta historia: "Dicho de una persona desagradable, antipática y desabrida".
Hoy tenemos con nosotros a Manolo Carrasco, dueño del Bar Correo, en Córdoba. Tiene la fama de ser un tabernero sieso, ¿es esto cierto? Nos lo cuenta: "Las personas que trabajamos en hostelería todos los días no estamos bien ni podemos dar el 100% siempre. Nosotros tenemos bastantes clientes y hay veces que no se puede atender a todos y alguna que otra vez se te escapa algo".
Nos pone un ejemplo: "Está el clásico que llega, te cuenta su vida y estás hasta las cejas de trabajo y tienes que decirle: perdona, que estoy trabajando y ahora mismo no te puedo atender ni me puedo parar. Sin embargo, esta persona insiste y ya hay que decirle: déjame porque estoy aquí liado. No me calientes la cabeza".
Por otro lado, habla sobre las personas que levantan la mano para pedir algo. No obstante, Carrasco indica que esto, como hostelero, es algo que ya se tiene asumido. "Cuando se canse ya bajará la mano", dice Manolo.
El 24 de mayo el Bar Correo cumple 90 años, con la misma familia. ¿Pero la 'siesez' siempre ha estado presente? "Antiguamente había tres personas trabajando y a alguno le tocaba ser el sieso de la empresa. En este caso me ha tocado a mí", bromea Carrasco. Dice que se toma su trabajo muy enserio y por eso a veces es así.
Asimismo, nos ha contado una anécdota: "Luis siempre iba vestido como un pincel, siempre elegantísimo. Se dedicaba a vender lotería y era cliente nuestro. Como siempre estaba por aquí, casi que formaba parte del mobiliario de la empresa. El hombre, como nos ha pasado a todos, bebía mucho. Un día le dijimos a Luis: el melonero se ha muerto (como broma) y él empezó a largarlo. Hasta que un día apareció el melonero en la puerta del bar y dijo que estaba vivo. Sin embargo, murió a los dos días a causa de un infarto".