A falta de tres semanas para el inicio de la Semana Santa (domingo 28 de marzo), la Comisión de Salud Pública del Ministerio de Sanidad ha acordado que las Comunidades Autónomas mantengan sus cierres perimetrales entre el 26 de marzo y el 9 de abril, que se limiten las reuniones en espacios público o privados a un máximo de cuatro personas, que se prohíban los eventos masivos y que se fije el toque de queda de 22:00 a 6:00 horas.
Estas medidas tendrán que ser ratificadas el próximo miércoles por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud. Solo la Comunidad de Madrid se ha posicionado en desacuerdo con estas restricciones.
Esta decisión, la de celebrar o no celebrar la Semana Santa, es especialmente crucial para el momento en el que nos encontramos. Un "momento crítico" como ha dicho esta semana la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón.
Un grupo de expertos de la Universidad Politécnica de Madrid ha llegado a la conclusión de que retrasar tres semanas estas fiestas podría reducir hasta 200 muertes diarias.
Rafael Cascón, profesor e investigador titular de la Universidad Politécnica de Madrid y responsable de este estudio, lo explica: "Ahora que estamos iniciando la campaña de vacunación, con el sector más vulnerable, que suponen el 70% de la mortalidad Covid-19 y más del 50% de la carga hospitalaria, el retrasarlo tres semanas permitiría aumentar en un millón y medio más el número de vacunados".
Cascón dice que prácticamente todo este sector podría tener, al menos, la primera dosis puesta y una gran parte con la segunda dosis.
"Hemos tenido unas semanas con 500 muertos diarios. Si a estas 500 hubiésemos podido evitar el 70% de esa mortalidad, estaríamos hablando de 200 o 250 fallecidos menos", señala.
Estos investigadores no proponen retrasar la Semana Santa, sino el periodo vacacional. "Nosotros en eso no entramos, la Iglesia mantiene su calendario. Hablamos del periodo vacacional porque es el que más peligro puede ocasionar, debido a que hay un mayor contacto social. Lo hemos visto en Navidad", aclara.
"El contacto que mantenemos, independientemente de que haya cierres perimetrales o no, las salidas durante las vacaciones tienen un riesgo", afirma.
Cascón sostiene que abril es un mes clave porque llega la entrada de la primavera, lo que conlleva un aumento de las temperaturas y, por lo tanto, las actividades se empiezan a hacer en el exterior. "Esto dificulta muchísimo más la capacidad de contagio!, indica.
El investigador detalla cuál es el objetivo: "Nuestro fin principal es el sanitario, salvar vidas. Aunque sí es cierto que llevarlo tres semanas más tarde permitiría valorar si se pueden aplicar medidas de relajo las tres semanas posteriores. Esta posibilidad implicaría una mayor actividad económica, hostelería y turismo, pero siempre atendiendo a los datos".
