En Por fin no es lunes hablamos con una gran estrella del cine chino. Él no es Bruce Lee, ni Chuck Norris ni Steven Seagal. Pero lleva toda su vida dando y recibiendo golpes. Es español, se llama Roberto Gilabert y tiene una vida de película.
Empezó practicando judo con tan solo cinco años. En aquel momento le regalaron su primer kimono. Durante toda su infancia y adolescencia estuvo formándose en artes marciales chinas. Hasta que a los 21 años en uno de sus combates, un golpe en la columna vertebral le dejó sin poder caminar.
Los médicos no le dieron un buen pronóstico. Le dijeron que su vida no volvería a ser como antes y que sería muy difícil que practicara de nuevo algún deporte. Roberto Gilabert no se resignó y decidió luchar. Se apuntó a un programa de rehabilitación y se sometió a un duro entrenamiento.
Una vez recuperado, decidió cumplir su sueño: viajar a China y convertirse en actor, especialista en artes marciales. Sus primeros pasos no fueron fáciles. No sabía chino y apenas inglés. Se apuntó a un programa universitario para convertirse en instructor internacional de artes marciales y aquella formación le abrió las puertas a la actuación.
Jackie Chan, su ídolo y su maestro
Los primeros trabajos de Roberto en China fueron como figurante y doble. Hasta que un día, durante una actuación de teatro, una persona que trabajaba en la productora de Jackie Chan, le descubrió. Le invitó a participar en un casting y cuando llegó se encontró a Jackie Chan. En sus manos estaba su curriculum y su fotografía. Por suerte, le seleccionaron y comenzó a trabajar con el que siempre fue su ídolo.
Hoy Roberto Gilabert es una estrella del cine en China. Ha trabajado en medio centenar de películas y ha participado en una veintena de series de televisión. Se ha metido en la piel de un príncipe indio, de un vampiro o de un capitán de las Fuerzas Aéreas. Actor, guionista y director, Roberto se ha convertido en todo un ejemplo de superación.