Puntual, metódico y perfeccionista. Así era Cristóbal Balenciaga, el maestro de maestros, el rey de la alta costura, el diseñador que se ganó el cariño y la admiración de famosos coetáneos y compañeros de profesión.
Christian Dior, Coco Chanel, Hubert de Givenchy... Todos sentían devoción por aquel español nacido en Guetaria, un pequeño pueblo pesquero de San Sebastián. Atraído por la profesión de su madre, humilde costurera de la alta sociedad, se crio entre telas, agujas, hilos y botones, y pronto descubrió que lo suyo era el arte de la costura. Con 22 años estableció su primer atelier en San Sebastián y más tarde, abrió sus talleres en Madrid y en Barcelona. La Guerra Civil le obligó a trasladarse al corazón de la moda internacional. En París, Balenciaga se convirtió en el mejor modisto de la historia.
Su moda sobria y elegante mezclaba comodidad y pureza en las líneas y tradición española. Su estilo se caracterizó por el arte de dominar los volúmenes y las proporciones. Balenciaga era un creador, un artesano, que seguía de principio a fin el proceso de sus creaciones. La forma de concebir su profesión era única.
Balenciaga elevó la alta costura a obra de arte. Sus diseños se convirtieron en objeto de deseo de as grandes figuras de la época. Grace Kelly, Ava Gardner, Audrey Hepburn, Marlene Dietrich, Greta Garbo, Fabiola de Bélgica... Todas querían llevar los trajes del diseñador que huía de los focos.
Él tuvo las dos cosas: el prestigio y la fama. Fue el diseñador que cambió para siempre el mundo de la moda. Este año se conmemora el 50 aniversario de su muerte, de la muerte de un genio.