La profesión de redera está en vías de extinción por una falta de relevo generacional. Se trata de un trabajo imprescindible para los profesionales del mar porque sin su labor no puede salir a faenar. El material para las redes de pesca viene de una fábrica pero no existe ninguna máquina que pueda montarlas, hacer un aparejo de pesca o que pueda a arreglar una rotura. Teté Costales es redera desde hace más de 30 años. Una de las pocas que quedan porque no existe un censo de las personas que se dedican a coser las redes de pesca. Un trabajo en el que el 89% de los profesionales son mujeres.
Ella aprendió la profesión a través de un curso que ofrecía el ayuntamiento y nunca más volvió a soltar la aguja. Sobre la falta de relevo en el oficio, Teté explica que se debe a la inestabilidad que hay en el sector. "Es imposible vivir sólo de tejer las redes de pesca". Cada vez hay menos barcos a los que atender y se paga muy poco por las piezas, por las que reciben en algunos casos 17 euros por pieza y a las que dedican hasta 8 horas de trabajo para completarlas. Pese a ello se trata de un trabajo de alta cualificación, reconocido así por el Ministerio de Agricultura y Pesca. La gran mayoría de las rederas son autónomas y tienen que compaginar la labor de coser las redes con otros trabajos. Esta situación de inestabilidad de las rederas es la principal razón para que exista una falta de relevo en la profesión.
Teté, a parte de ser redera, regenta también una tienda situada en el puerto de Lastres para generar ingresos complementarios a su trabajo tejiendo las redes. Recientemente ha recibido un reconocimiento a su gran labor con el premio "Mujer rural 2023", otorgado por la Red Asturiana de Desarrollo Rural.