Buenos días de luz y de color. Es 17 de diciembre y el espíritu navideño ya está saturadísimo a estas alturas de diciembre.
¿Saben quién estaba así por estas fechas, pero de hace 131 años? Mi querido Chaikovski, que no llegaba al estreno de un ballet que le habían encargado y que no le apetecía en absoluto componer. Justamente hoy, Chaikovski estaba en un sinvivir porque un 18 de diciembre de 1892 en el teatro Mariinski de San Petersburgo se tenía que estrenar El Cascanueces.
¿Hay algo más navideño que esta música? Desde luego que no. Pero este Chaikovski, tirando de su agobio, todo el mundo le exigía que acabase el ballet. Él decía que no encontraba el orden y la armonía de la sintonía, hasta que un día se desbloqueó y dio con el vals.
La importancia de un buen repertorio en un mes de diciembre es esencial para sobrevivir a estas fechas y lo que conlleva.
El ballet se estrenó, pero la crítica fue bastante dura no tanto con la música, sino con la actuación. Decían que el cambio terrenal al mundo de la fantasía había sido abrupta. Ese cambio que hoy nos pasamos de un segundo a otro de la vida terrenal, a la virtual, de la tridimensional, a la metarrealidad y de ahí, a la de la inteligencia artificial que nos dirá cómo tenemos que vivir todo lo demás y cómo tenemos que reinterpretar en el escenario de nuestra vida todos esos repertorios.
Déjense de hadas, de ballets, de agobios de Chaikovski porque aquí todos seguimos en un sinvivir como lo hacía él en estas fechas.
Quizá la inteligencia artificial es a nuestro tiempo el cascanueces que derrotará al rey ratón de la incredulidad y llevará al ser humano por los cuatro reinos de la fantasía.