Esta no ha sido una noche en blanco, sino una noche blanca. 35 títulos de Liga. ¡Felicidades Real Madrid, felicidades Llorente! Y mis más profundas condolencias a Sabino Méndez y sobre todo a aquellos que aún sin tener un número asignado en su camiseta, lo viven, lo sienten y lo disfrutan como si estuvieran pisando la hierba del terreno de juego.
Aquellos que, aunque no muevan ni uno sólo de sus músculos, aunque no lo practiquen, lo aman. Aman a su equipo y lo amplío a cada uno de los equipos. Y tuercen el gesto cuando de lo que menos se habla es de fútbol. Lo tuercen porque les perturba ese ruido permanente, atronador, perturbador que emiten mandatarios y caudillos, comisionistas y comisionados, los estrellados más que las estrellas. Ya saben que todo ello forma parte del mayor espectáculo deportivo del mundo, pero lo que quieren realmente estas personas es que les llegue nítido el sonido de este toque de balón una tarde-noche de sábado.
No se pueden tratar como figurantes o 'atrezzo' a esos millones que sólo quieren disfrutar del partido y la victoria de su equipo. Considerarlos meros espectadores es olvidar la celebración más pura y honesta, la de ellos, por ejemplo anoche en Madrid. Esa era la más pura y honesta, la de todos aquellos que miraban desde abajo, a ras de suelo, a la diosa Cibeles.
