No sé si lo sabe, pero arranca el Mundial de Qatar y unas horas antes, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en una intervención que tenía más de teatro que de declaración inaugural, decía que las críticas por el Mundial eran "hipócritas" y que por lo que los europeos habíamos hecho durante los últimos 3.000 años, deberíamos estar pidiendo perdón los próximos 3.000 antes de dar lecciones.
No le falta razón, ya que él mismo es un dignísimo representante de nuestra hipocresía europea en su máximo exponente. Él mismo y su organización y detrás el resto de federaciones están marcando el camino de la desafección hacia un deporte como el fútbol.
Ya la elección de Rusia para organizar el Mundial de 2018 generó reacciones críticas, pero esto provoca rechazo y puede marcar y acentuar la distancia, sobre todo, de las nuevas generaciones. Los datos de práctica y seguimiento confirman -y lo saben los grandes equipos- que decae el interés de los chavales por este espectáculo en Europa.
La decisión de celebrar este evento en Qatar puede tener consecuencias en el futuro, pero ellos se obcecan en las ganancias del presente.