Vamos a comenzar hablando de nosotros, de lo que proyectamos los habitantes de este país. Estos días se puede visitar en el Museo Belvedere de Viena una exposición que recoge detalles de la obsesión que sentía Salvador Dalí por Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, de hecho, se organizó en su momento un encuentro entre estos dos grandes nombres del siglo XX, por la admiración mutua que sentían y la posibilidad de un intercambio.
Freud esperaba calladamente que Dalí le hiciera un retrato y el pintor tenía el empeño de que se leyera su Método Paranoico Crítico. Edward James, mecenas del ampurdanés, fue testigo del encuentro y posteriormente explicó que a Dalí le ardían los ojos de emoción.
El padre del psicoanálisis tuvo una visión distinta y le dijo a James: "Este chico parece un fanático. No me parece raro que estén teniendo una guerra civil en España si son así". El encuentro, en la cumbre, acabó con un puñetazo del pintor exigiendo a Freud que leyera su Método esa misma noche.
Tiempo después en una carta, el austriaco lo sentenció, aunque puso en valor su dimensión artística. En el texto de esta carta se puede leer: "Nunca he visto un prototipo de español más claramente. Es un fanático".
Fanatismo o sobreactuación, siempre -y aún hoy lo seguimos haciendo- nos hemos bastado nosotros mismos para trabajar nuestra propia leyenda negra.