No ha sido nuestra mejor semana. Surfeando por una ola de sobresaltos. Empezando por las airadas reacciones de las votaciones del Benidorm Fest -del que se conocían las reglas, por cierto-. Pero muy pocos se han indignado, lamentado de la misma manera por las amenazas, algunas de muerte, e insultos que han recibido la ganadora y algunos miembros del jurado, auténticas muestras de odio.
La terminamos con el Gobierno anunciando que las mascarillas dejarán de ser obligatorias en el exterior desde el próximo jueves cuando hace tan solo cuatro días convalidaba un decreto manteniendo su uso.
El jueves, todo lo que rodeó a la aprobación de la reforma laboral, acordada y firmada por las partes y que realmente representa cambios en las relaciones laborales, puso en evidencia la cruda realidad de unos y otros en el Congreso.
Tranquilidad, la semana acaba. Pero uno se plantea varias cuestiones: ¿es posible que acabemos habituándonos a esa sensación de bochorno, a esos sobresaltos? ¿o hacia dónde nos lleva esta convivencia con lo bochornoso?