El Gobierno de Nueva Zelanda estudia acabar de por vida con el consumo de tabaco y derivados para todos los nacidos a partir del año 2008.
La ministra de Sanidad del país ha explicado que lo que se pretende es prohibir que las próximas generaciones tengan acceso a su compra y así conseguir una sociedad totalmente libre de humos.
Informes de ese mismo Gobierno advierten de que la medida requiere de un enorme esfuerzo en sus fronteras para evitar la explosión del tabaco de contrabando y el mercado negro.
En España, se estudia aumentar las restricciones con posibles medidas como prohibir fumar en el interior de los vehículos privados o las terrazas de los bares. Seguro que habrá debate.
El tabaco mata, es adictivo y un grave problema de salud y estamos en el irreversible camino hacia el acotamiento a la esfera de lo íntimo, pero no en el de su desaparición.
Aún conociendo sus efectos, es sorprendente el predicamento que sigue manteniendo y el éxito, por ejemplo, entre los jóvenes. Ellas fuman más que ellos. Alrededor del 30% de nuestros chavales reconocen su consumo, aunque un 9,8% solo lo hace a diario.
La edad de inicio en él es la más temprana de Europa: 14 años. Es la sustancia adictiva a la que se le han atribuido más atractivos: relajante, estimulante, afrodisiaco, cinematográfico, literario, social. Se ha llegado a asociar con la masculinidad o la madurez.
Pocos productos con tan mal nombre pueden sumar tanto valor añadido. Es una sustancia adictiva enormemente perjudicial que posee sorprendentemente aún hoy una envidiable salud de hierro.
