La Objetología de Isabel Lobo nos ha descubierto hoy la historia de un objeto que ha simbolizado el poder, la belleza y, desde el Antiguo Egipto, han sido un instrumento de muerte.
Hablamos del anillo de veneno, que recibía el nombre de «Poison Ring». Desde el Antiguo Egipto se popularizaron por toda Asia y progresivamente al Mediterráneo y, en consecuencia, a Europa. El uso de este accesorio data 322 A.C y una de las familias que ha resaltado por ser la portadora de esta prenda fueron los Borgia, quienes vertían en la copa de vino de sus enemigos fatales venenos que los llevaban a la muerte de un trago.
No obstante, los anillos cápsula no sólo tuvieron un escalofriante uso; a lo largo del siglo XVII eran usados para guardar fotos de los seres queridos, casi usados como camafeos.
Origen del anillo
Los motivos, formas y colores de estas primitivas alianzas estaban estrechamente relacionadas con las creencias religiosas de este periodo. Asimismo, estos aros se elaboraban con los distintos materiales rudimentarios de los que disponían: madera, hueso, conchas y piedra tallada.
Hacia el 2800 a.C., los egipcios colocaban en ceremonias prenupciales un anillo a modo de compromiso: el círculo, por carecer de principio y fin, simbolizó la eternidad. Los dioses llevaban anillo: el círculo dorado suponía un pacto que nadie podía romper.
Para los egipcios de hace cinco mil años el círculo simbolizó el misterio y eternidad de la vida. En un viejo papiro hallado en una excavación arqueológica se puede leer: “El anillo, ¿acaso se puede saber dónde está su inicio y su fin?”. Para los egipcios de hace cinco mil años el círculo simbolizó el misterio y eternidad de la vida.
Entonces las clases populares llevaban un anillo de cobre con un escarabajo sagrado. Estaba hecho de esteatita sobre el que se inscribía el nombre del dueño y una fórmula mágica para atraer la suerte. Con ese anillo protector eran enterrados al fallecer. Era un recuerdo de la vida terrenal y la forma de mantener la conciencia de sí mismo.
Hubo anillos mágicos, como el de Salomón, en cuyo interior tenía grabada la frase “también esto pasará”. La leyenda dice que la virtud de esta joya estribaba en hacer feliz a quien lo llevaba cuando estaba triste, y a ese anillo debía Salomón su sabiduría.
En el libro de J. R. R. Tolkien El señor de los anillos, se perpetúa una creencia esotérica antiquísima según la cual el anillo posee poderes mágicos y alude al círculo protector de los lugares sagrados y secretos: en ese contexto apoderarse de un anillo mágico es abrir una puerta, conocer un arcano.
En las bodas de los romanos, el novio daba a la novia un anillo doble en prueba de alianza. Alianza que en tiempos de Ovidio era empleada por las damas para dar a entender si estaba o no dispuesta a complacer a quienes se le insinuaban: bastaba con cambiar el anillo de dedo.
Los materiales
Un anillo de hierro representaba prestigio aristocrático; el de oro era para los sacerdotes de Júpiter y los senadores. Los romanos introdujeron la moda de engastar una moneda combada, costumbre que ha permanecido hasta hoy, y acaso el nexo de unión entre el anillo y la sortija.
Mil años antes de Cristo, en la Antigua Grecia, los anillos eran simples tiras de oro alrededor del dedo. Pero hacia el siglo IV a.C., nació la moda de engastar la cornalina, la amatista o la piedra almandina de rojo brillante para desviar la mirada de los aojadores.
Aquellos anillos eran también de oro. Solía grabarse en su parte interna frases como “No quieras a otro” o “Te seré fiel”. No tardó en sacralizarse y servir de talismán. Entre los hallados en las ruinas de la ciudad de Pompeya, del siglo I, hay anillos cuyo diseño alude a la vida conyugal. Dos manos entrecruzadas formando un círculo fue el anillo más popular en Roma. Otros incluían una llavecita que significaba que la dueña del anillo lo era también del corazón de su enamorado y de la mitad de su fortuna.
Clemente de Alejandría aconsejaba a los cristianos de los primeros siglos grabar en el anillo los símbolos del cristianismo: palomas, peces, anclas. Eran bastante caros; hay noticia de ciudadanos que se arruinaron tras celebrar una boda por haber tenido que empeñar tierras o vender casas para hacer frente al gasto. El oro y la orfebrería eran más caros en la Antigüedad que en nuestro tiempo. Una vez en casa cambiaban el anillo por otro de hierro y guardaban el de oro para que no se perdiera
El anillo tuvo usos litúrgicos tras el triunfo de la Iglesia: se simbolizó con él los esponsales con la Iglesia, y por esta razón lo llevaron sacerdotes y monjas, esposas místicas de Cristo. Se trataba del anillo pastoral y del anillo del Pescador, que llevaba el Papa, y que a su muerte se rompía.
El anillo a partir del siglo V, tiene también que ver con el padrino. Normalmente, un hombre se casaba con una mujer de su clan, y si no la había tenía que robarla en otro. De allí vino la costumbre del padrino: el individuo que ayudaba en el “rapto” de la futura esposa. En aquel contexto cultural el anillo recordaba los grilletes con los que el varón se viera obligado a sujetar a la mujer para evitar su fuga.
El anillo se relaciona con la petición de mano desde que consagró la costumbre en el año 860 Nicolás I, decretando este sumo pontífice que la colocación de anillo en la petición de mano se tomara como compromiso matrimonial. Por supuesto, el anillo tenía que ser de oro. Era un símbolo de los esponsales que podía adornarse con piedras preciosas, a la par que servía como amuleto a la mujer casada, que debía llevarlo la noche de bodas, sobre todo en el momento de consumación del matrimonio. Se aconsejaba llevar una piedra cornalina roja engastada para evitar que la hemorragia propia de la desfloración o momento de pérdida de la doncellez fuera excesiva.
El anillo se convirtió en signo de fidelidad conyugal y símbolo de guardar el compromiso contraído. Se imponía una fuerte multa consistente en la entrega del anillo a quien rompiera los lazos matrimoniales. Anillos y amor participaban de una misma reputación como elemento mágico.
El misticismo y las leyendas siempre han acompañado a los anillos. El rey Giges, del siglo VII a.C., poseía un anillo mágico capaz de hacerle invisible. Reyes medievales como Carlomagno, del siglo VIII, y cientos de caballeros poseyeron anillos-talismán entre cuyas virtudes estaba la de encender la llama del amor en la persona amada, generar pasiones y predecir el futuro de los amores, llegando a servir en un momento dado incluso para deshacerse de enemigos personales.En esto último fueron famosas Venecia y Florencia, lugares donde se puso de moda engastar brillantes. El poeta renacentista italiano Ariosto escribe en su obra 'Angélica': ”Confío en que mi anillo me ayudará a contrarrestar las encantaciones”.
Los judíos colocaban el anillo nupcial en el dedo índice; los indios en cambio lo hacían en el pulgar. La costumbre europea de colocar el anillo en el dedo contiguo al meñique, llamado por esa razón “anular”, proviene de una creencia griega del siglo III a.C. Se creía que allí termina la vena del amor, que partía del corazón y recorría el cuerpo, creencia que heredó Roma y adoptó el cristianismo. Se simbolizaba así el hecho de que el matrimonio es un asunto en el que interviene necesariamente el corazón. El dedo anular se convirtió también en el “dedo sanador” empleado por los
médicos en Roma para mezclar los medicamentos que luego administraba al paciente, creyendo que si el medicamento era nocivo el médico podría detectarlo en su corazón.
En el plano de la superstición y de la creencia popular, se le consideró eficaz contra los orzuelos y se recomendaba para aliviar dolores de parto si la mujer se tomaba el cuidado de depositarlo en un altar dedicado a la
Virgen. En otros lugares existía la costumbre de introducir un anillo dentro de una torta que la madrina regala al novio para que lo dé a la novia, quien a su vez lo entrega al capellán que en la ceremonia extrae el anillo. Si al colocárselo el hombre a la mujer en la ceremonia nupcial el anillo no llega hasta el fondo del dedo anular, la esposa querrá llevar los pantalones. Soñar que se rompe o cae de nuestro dedo significa la pérdida del amante; y si se sueña que se pierde, el amor de esa pareja está en peligro.
Así era el de Marilyn
“Los diamantes son los mejores amigos de las mujeres”, cantaba Marilyn Monroe allá por 1953, nada mejor que esta piedra preciosa para protagonizar una joya. Y a falta de uno, 34 fueron los diamantes que adornaron su anillo de compromiso, regalo del ex jugador de beisbol Joe Di Maggio. La espectacular pieza de joyería cuenta con una montura de platino sobre la que se incrustan los diamantes talla baguette.
Uno de los anillos de compromiso más espectaculares que se recuerdan es el entregado por Elvis a Priscilla. El propio anillo fue casi más famoso que el matrimonio del rey del rock. La joya contaba con un diamante central de 3 quilates, rodeado por una corona compuesta por otros más pequeños, la cual era desprendible. Sin embargo, Priscilla perdió este anillo en un rancho, y Elvis le regaló otra alianza, de platino y diamantes,
valorada en 150.000 dólares.