En Por fin no es lunes Isabel Lobo objeta sobre los punzones. Un objeto que nunca entendió. Eso de seguir una línea y hacer recorridos de agujeritos por los papeles… Ya le ha dicho una persona de este equipo que son indispensables en las pelis de cárceles para dar el pego. Pero supone que se lo dice para ponerle drama y trama a su utilidad.
Isabel Lobo recuerda los que eran de madera, laminados, manoseados y pegajosos dependiendo del niño que antes lo hubiera utilizado. Otros compañeros se dedicaban a marcar las iniciales en los taburetes. A algunos incluso les entretenía ponerle ojos y sonrisa a las pelotas de plastilina mezclada. Los punzones no. Pero las chinchetas, lo arreglan todo. Ya solo el nombre resulta simpático.
La única objeción sobre esto es que quien las inventó no se llevó nunca el mérito. Fue un relojero, Johann Kirsten en el año 1903, Alemania. Vendió sus derechos de invención a Otto Lindstedt, un empresario, quien recibió una patente de la oficina el 8 de enero de 1904. Lindstedt se hizo rico, mientras Kirsten, el relojero, permaneció pobre. Lo de que una chincheta saca a otra no funciona como con los clavos. Es así. La chinchetocracia.
¿Quién inventó el pincho de la sombrilla?
Hoy en Por fin no es lunes hablamos con el inventor del pincho de la sombrilla. José María Almira, de 93 años, nos cuenta cómo surgió la historia. Su origen se remonta al año 1988 cuando un amigo le pidió ayuda, tras sufrir un percance con una niña. José María comenzó a darle vueltas hasta que encontró la solución.
Vio que lo que hacía la sombrilla era apartar la tierra. Pensó en algo similar que le diera vueltas y se sujetara a la arena. Le gustaba la mecánica y lo hacía después de salir de trabajar. Así patentó lo que todos conocen como el pincho de la sombrilla. José María tenía muchos pedidos. Cuando su hijo fue mayor, hicieron un molde de fibra y es el actual molde del pincho, que lo aplicamos a uno integral que es alto para que las personas no tengan que amagarse para ponerlo.
José María tiene muchas cosas patentadas. La última se llama “El soporte de mi abuelo”. Un nombre acuñado cariñosamente por su nieta. ¿Quieres saber qué es?