Entramos en marzo. Y en una semana que será rumiante porque el año 1 de la pandemia se cumple ahora. Y el cuerpo social, como la mente humana, activa un tipo de pensamiento distinto cuando las fechas redondas nos ocupan el calendario.
Mientras recordamos, mientras recopilamos y tratamos de encontrarle sentido todo esto, los políticos desperdiciarán, triturarán, la oportunidad de que nos unamos un poco. Lo veremos según se acerque el 8 de marzo. Cada ocasión para juntarse termina siendo un motivo para el enfrentamiento.
Ahora como en 2020, como siempre. La diferencia, la gran diferencia, está en que esta vez tendremos la primavera que no tuvimos hace doce meses. Y eso, tener la primavera aunque no sea del todo, es un tesoro.
En estos días, encontraremos razones para el enfado. Tres olas tres. Y la frase aquella maldita de que habíamos vencido al virus. Es fácil enfadarse. Pero también es cierto que nos están pasando cosas trascendentes, estamos redescubriendo la importancia del sentido del tacto. La importancia del tocarnos. Podemos perder el olfato pero el calor de quien queremos está en otro nivel. Hay memoria en la piel. Y hay capacidad de adaptarse en el ser humano: lo sabíamos y lo estamos comprobando.
También estamos aprendiendo algo muy difícil: la impuntualidad de la esperanza, esto de acostumbrarse a que el final feliz se posponga una y otra vez. A vivir al día, que no es poco.
"No sé si esta pandemia tendrá el final que deseamos todos, pero si nos acostumbramos a la verdad, entonces, entonces será el final de la democracia", dice Pombo.
Pablo Pombo también nos trae unos versos desesperados en canción incandescente.