Punta Norte: Dorothy Lawrence y la batalla del Somme
Hay una reflexión interesante de la enorme Margaret Atwood. Es un punto de vista que nos sitúa en la vereda de la historia que queremos contar. Decía ella que siempre es una imprudencia interponerse entre un hombre y el reflejo de su propia inteligencia. Y las mujeres durante tantísimo tiempo no han tenido posibilidad o directamente han renunciado a a ser el espejo de la inteligencia masculina. Y ha sucedido que las guerras, tantas como ha habido y tan criminales como han sido, pues no dejan precisamente un rastro de inteligencia. Han sido tantos los que han acudido al conflicto armado pensando que tenían el cielo de su parte...han sido tantos que estaríamos toda la mañana enumerando casos. Albert Einstein dijo en alguna conferencia que no sabía que armas se utilizarían en la tercera guerra mundial, pero estaba seguro de cuáles serían las que se empleasen en la cuarta: palos y mazas. Esas serían las armas de la cuarta guerra mundial, dijo Einstein.
Javier Cancho
Madrid |
Decía Groucho que inteligencia militar son términos contradictorios. Es uno de sus aforismos más conocidos. Claro, habrá militares que nos digan que no es así. Pero, tendrían que decírselo a Groucho y creo que eso ya no es posible. Lo que sí podemos hacer para seguir el rumbo de la historia de hoy es reparar en un dato: viviendo el año 2020 sólo el 13 por ciento de los integrantes de las Fuerzas Armadas Españolas son mujeres. Sólo el 13 por ciento. Y en todo el mundo, en todo el orbe, sólo hay una veintena de jefas de Estado y de gobierno. Sólo veinte mujeres al frente de casi 200 países. Por tanto, no son, ni han sido, las mujeres quienes han empezado las guerras. Ni quienes las han sostenido.
Más bien, las mujeres han sido víctimas de violaciones, han sido objetivos históricos recurrentes para debilitar las sociedades a las que se pretendía doblegar por el otro bando. Los informes de Naciones Unidas dicen, además, que todavía en las zonas de conflicto las niñas tienen un 90 por ciento de posibilidades menos de acceder a la educación que los niños. Son datos del siglo XXI.
Así que imaginemos cómo era la situación en la Primera Guerra Mundial.
Ella fue una mujer llamada Dorothy Lawrence
Dorothy se había ganado la vida escribiendo artículos para The Times. Cuando estalló la Gran Guerra el Times evitó enviarla a la zona de conflicto. Y como ella quería ir, trato -en vano- que otros periódicos la contratasen como corresponsal de guerra. Ella era consciente de que aquel conflicto bélico era algo muy gordo. Y ante la imposibilidad de accerder a una acreditación oficial para poder trabajar en el frente, trató entonces de enrolarse en alguna organización sanitaria. Por esa vía, tampoco logró la inmediatez con la que ella sentía que debía presenciar lo que estaba pasando en la guerra. Así que se fue ella sola a Francia. Y estando cerca de los bosques de Chantilly fue detenida por los franceses. Fue arrestada a sólo tres kilómetros del frente con una consigna casi amenazante la dijeron "váyase". Pero ella no se fue. Ella quería llegar y trabajar como periodista freelance. De modo que no volvió a Inglaterra, se fue a París.