Con Javier cancho

Punta Norte: La caza de brujas

Hubo un holocausto femenino sostenido durante casi tres siglos. Hay autores que cuantifican en una estimación de dos millones las mujeres que fueron asesinadas. Sin que ninguna hubiera cometido ni una parte siquiera de los delitos que se les imputaban. No parece lógico pensar que ninguna de ellas fornicara con el diablo. En ese aspecto podrían hacerse algunas consideraciones sobre la mente tan calenturienta de los tribunales inquisitoriales, que ensoñaciones tan libidinosas atribuían a quienes terminaban siendo sus víctimas. El odio y la ausencia absoluta de la razón causaron muertes horribles por celos, codicia y por otros oscuros motivos.

Javier Cancho

Madrid |

Fueron diversos los móviles escondidos tras las denuncias, pero en el fondo todos tenían que ver con el rencor. Y en contra de una creencia muy extendida, atención, resulta que no fue en España donde se cometieron más crímenes de ese tipo. De hecho, puede decirse que España fue uno de los estados europeos menos dañinos en la caza de brujas que se prolongó desde finales del siglo XVI hasta principios del XVIII.

Esa sensación viene en parte de una leyenda negra auspiciada por los ingleses. La Contrarreforma cometió barbaridades mucho más tenebrosas en número y obsesión. Hubo matanzas salvajes en Holanda o Suiza. Aunque donde más hubo fue precisamente en Inglaterra, por órdenes de la reina de las trescientas pelucas.

Alguna vez ya hemos hablado aquí de Isabel I. La reina famosa por sus pelucas era ella, si no me equivoco. Ella era, la mal llamada reina virgen, la hija de Ana Bolena y Enrique VIII. Fue en Inglaterra donde el Acta de Supremacía sirvió para declarar traidor al humanista Tomás Moro. Fue en Inglaterra donde antes se utilizó el pérfido poder de la propaganda. Aunque, esto no significa que a la

Inquisición pueda dársele la absolución definitiva. Pero, sí deberían revisarse los trasfondos de aquellos polvorientos pasajes de la historia, en este caso concreto que hoy nos ocupa, para hacerle justicia a un gran hombre, a uno llamado Alonso de Salazar y Frías.