Hoy vamos a contar una historia que parece de cuento. Parece una fábula, con forma de relato para la infancia, con un villano maléfico, que se comporta como un rey siniestro y codicioso. Pero, resulta que más allá de la parábola el personaje existe. Y sus desvaríos suponen una destrucción de los equilibrios básicos de la naturaleza. Parece una fábula; pero, es una hecho real. Los árboles suelen nacer donde les parece. Pero, en Georgia un multimillonario hace arrancar de la tierra árboles magníficos para replantarlos en su jardín.
El multimillonario fue primer ministro de Georgia. Ahora es un excéntrico personaje podrido de pasta en un país que está ubicado en la intersección de Europa y Asia. Georgia fue una república soviética. Es una región con aldeas insólitas en las montañas del Cáucaso y con playas semi vacías en el mar Negro. El villano se llama Vidzina Ivanishvili. Una vez adquiridos, son sacados de la tierra con sus raíces. Los operarios que contrata los extirpan del lugar donde han crecido durante décadas para llevárselos a un paisaje privado, extenso y lleno de vegetación. Lo más asombroso es que algunos de esos árboles son transportados por el Mar Negro en macetas gigantes. Son árboles moviéndose por el mar. Es un proceso insólito, surrealista, asombroso. El tronco, las ramas, las hojas…en medio del mar.
En una plataforma de navegación, con un inmenso macetón en medio. Un árbol surcando el mar. El multimillonario, el más rico entre los ricos de un país más bien pobre, ese tipo, lleva 6 años sacando árboles de su entorno para llevárselos a su jardín de recreo privado. Es un empeño que después de tantos árboles está teniendo un efecto perverso en las comarcas de donde salen los ejemplares. Porque para sacarlos con sus raíces se dañan los árboles que están al lado. Se talan los árboles que estorban. Se crea una oquedad devastadora alrededor del árbol sustraído.
Los trabajadores locales se pelean entre ellos por conseguir el trabajo. Un trabajo peligroso, se usa maquinaria pesada para extraer desde la raíz árboles centenarios. Desenterrarlos es una labor peligrosa, extenuante, pero muy lucrativa. El dinero corrompe el sentido común. Cuando el árbol no está queda un vacío visible, desolador. Queda la cicatriz en el paisaje, queda la mueca cotidiana que les recuerda que se les ha confiscado parte del alma natural de su entorno, parte del alma natural de su historia. Porque al vender esos árboles, de algún modo, lo que están entregando a cambio es parte de su propia alma. De un alma común y natural.
Cuántos de estos árboles desenterrados, sucumbirán por el camino. Cuántos morirán camino del edén del georgiano más ricachón. Para ese pregunta, no hay respuesta. No se divulga. El recorrido es casi tan privado como el jardín del exprimer ministro. Jamás se ha contado cuántos se quedan en el camino siendo los árboles seres vivos poco dados a caminar. Son maniobras complejísimas. En el fondo, estamos hablando de un empeño de proporciones descomunales, con camiones y grúas enormes. Con la imbricada ramificación que tienen los árboles entre ellos hay abajo, en el subsuelo. No olvidemos que un bosque es mucho más que los árboles que se ven. Hay todo un mundo bajo el suelo boscoso, un mundo oculto que no vemos pero cuya importancia es crucial para la supervivencia de todo el entorno y de las comarcas que lo circundan. En esas ramificaciones subterráneas entre los árboles hay interacciones complejas. Es como si hubiera una relación de amistad. Cada árbol hace su aportación. La salud de los árboles depende de esa relación íntima entre sus raíces y los microorganismos. Microorganismos como los hongos.
Se están dando en Georgia sensaciones contradictorias. Muchos de los vecinos de la zonas donde los árboles son extirpados manifiestan sentimiento de enojo, de mucha molestia. Y al tiempo, admiten que sienten algo parecido a la euforia presenciando un espectáculo, sin duda, tan extraordinario. Se trata de árboles que cruzan el mar. Lo que quiera el oligarca se puede con dinero. Casi todo lo que quiera. De hecho puede decirse que el país entero es su propio jardín privado. En Georgia, él es quien maneja los hilos. Todo el país viene a ser parte de su propiedad privada. Estamos hablando del traslado de árboles que miden más de 10 metros de altura. Pero, no sólo se lleva árbol magníficos, también todo tipo de magnolias y tulipanes. Qué se sabe del jardín del villano. Qué hay allí además tulipanes, magnolias y unos cuantos árboles milenarios. Los hay milenarios y los hay centenarios. Son árboles longevos. Y entre lo poco que se sabe de ese lugar ajardinado de excentricidades acaudaladas, entre lo que se ha confirmado está la existencia de un tremendo estanque. Es un estanque lleno de flamencos rosados, también hay pelícanos y otras aves exóticas. Todo en ese lugar fue diseñado a gusto del richachón. Quién sabe cómo será su gusto. Lo que sí sabemos es que la elegancia no siempre puede adquirirse pagando pasta, aunque la pasta que se pague sea a mansalva. Y pasta tiene para 14.000 vidas, que no tendrá por mucha paste que tenga. Su fortuna se calcula en 6.000 millones de dólares. La hizo durante la convulsa transición posoviética.
Se ha hecho una película documental sobre esta historia tan inédita. La ha filmado una cineasta georgiana. Se llama Salomé Jashi. Es una película tan insólita como la historia que hoy hemos traído en Punta Norte. Es casi una película inexpresiva; pero, que resulta plena de mensaje. Es un mensaje que el espectador va completando según su propia sensibilidad.