Una librería es una evidencia. Es una de las pocas evidencias que tenemos -en este momento- de que la gente sigue pensando. Es una evidencia que nos dice que la gente no se ha dejado ir del todo, que no se ha dejado ir hacia la estandarización absorbente y neutralizante. Las librerías son lugares donde puedes elegir un elogio. Que te regalen un buen libro significa que te están entregando la sutileza del elogio, supone que quien te hace ese regalo te está dando una consideración inolvidable. Porque los libros son tesoros que permanecen. Permanecen en este tiempo que estamos viviendo donde casi todo resulta evanescente. En este tiempo de sospechas, las librerías siguen siendo columnas que sostienes certezas. Alguien se imagina una ciudad sin alguna librería.
El día que haya una ciudad sin al menos una librería, ese día, el mundo de los humanos habrá perdido toda esperanza. Se habrá perdido la esperanza y se habrá esfumado ese tipo de aroma en el que todos podemos confluir. Porque todos alguna vez, al menos, hemos percibido ese olor en cuanto nos hemos aproximado al interior de las páginas. ¿A qué huelen los libros? Porque los libros huelen a algo que es especial. Es una combinación de notas herbáceas, con puntas ácidas y un toque de vainilla sobre un olor a moho subyacente. No es la descripción de un vino. Es la definición del olor de los libros viejos que hizo un tipo llamado Matija Strlic, que es profesor de Ciencias del Patrimonio del University College de Londres. El profesor Strlic creó un marco de referencia para la identificación, el análisis y el archivo de olores históricos. De los olores que pertenecen a nuestra identidad profunda. Los libros huelen así por la degradación en el tiempo de ciertos productos que forman el papel, especialmente la lignina. La lignina es un biopolímero natural, uno de los principales componentes de la biomasa vegetal. Es decir está presente en los árboles. La lignina es lo que le da rigidez al vegetal para que sea más resistente. Cuando se hace el papel, se saca la lignina para evitar rigideces. Pero, esa separación no es total. Durante la eliminación de la lignina, algunos de sus aceites esenciales quedan junto a la celulosa y eso es lo que da el aroma característico al papel. Esa es la explicación de un olor histórico.