Las abejas no gritan moviendo la boca. Gritan moviendo el cuerpo. Cuando los avispones gigantes se acercan y amenazan su colonia, las abejas gritan. Levantan el abdomen y corren mientras hacen vibrar sus alas con la mayor intensidad de la que son capaces.
El sonido que producen es muy parecido al de un grito humano. Lo confirma un estudio publicado este mes de noviembre en la revista 'Royal Sociaty Open Science'. Los científicos dicen que se trata de un grito antidepredación. Es un chillido. Pero, como si estuviera mezclado con una especie de llanto.
Un bicho llamado Vespa soror
La soror es una especie de avispón. Son depredadores muy agresivos. La Vespa Soror, cuando se trata de un ejemplar reina puede llegar a medir casi 50 milímetros. A la soror le fascina atacar colmenas. Aunque también se se alimentan de mantis religiosas, de libélulas, mariposas, saltamontes e incluso de pequeños vertebrados como los geckos.
Los geckos son reptiles. Pertenecen a la familia de los lagartos. Pero, vamos, deben ser de los lagartos más pequeños del mundo. Lo que pasa es que siendo tan canijos disponen de una vista prodigiosa. Sus ojos tienen una capacidad de visión algo así como 350 veces superior a la del ser humano. Y siendo unos animalejos tan vistosos pues también son atacados por esos avispones. Aunque el objetivo principal de las soror son las abejas. Pueden destrozar un panal en cuestión de horas.
La primera referencia científica al chillido de las abejas se anota en el año 2013, en Tailandia. Una investigadora llamada Heather Mattila fue quien hizo aquella anotación. Es una ecóloga del comportamiento. Estos estudiosos analizan las estrategias de los animales como fenómeno biológico. Evalúan la conducta de determinadas especies animales. La señora Mattila estaba estudiando la manera en la que las abejas untaban de estiércol sus nidos para ahuyentar a las a las avispas soror y a las vespas mandarinia. Las mandarinia son muy corpulentas, tienen una longitud de unos cinco centímetros. También se las conoce como aviones asesinos.
Ese comportamiento demostró la gran evolución de la organización social de las abejas. La ecóloga Mattila se dio cuenta de que los panales se ponían muy ruidosos cuando los avispones se acercaban. Vio, escuchando, que algo pasaba. Y lo que se le ocurrió fue colocar una grabadora en la entrada de un panal rodeado de avispones. Y entonces escuchó una cacofonía como la que antes les hemos mostrado. Mattila lleva 24 años estudiando sobre todo las abejas melíferas europeas. Y ella reconocía algunos de los sonidos que hacen las abejas de por aquí: los silbidos, los pitidos y ruidos agudos. Pero, nunca antes de aquel momento, en 2013, nunca, había oído nada tan fuerte y tan frenético en el mundo de las abejas.
Grabando a las abejas
Después de plantearse cómo podía hacerse una indagación más profunda sobre esos sonidos y lo que representaban, las investigadoras resolvieron colocar unas cuantas grabadoras en el interior de los panales, así como cámaras de video en el exterior de las entradas para registrar los paisajes sonoros de las abejas. Lo que ocurrió fue que, con frecuencia, el zumbido de helicóptero de los avispones, no permitía escuchar con nitidez el otro sonido: el ruido que proferían las abejas. De modo que se les ocurrió grabar las reacciones sonoras dentro de las colmenas colocando en la entrada papel impregnado con feromonas de avispón. No había avispones haciendo su ruido pero para las abejas su presencia estaba muy cerca. Por lo que su reacción era inmediata.
Después, con calma, con medios, se analizaron 30 horas de sonidos de abejas, que contenían unos 25.000 casos de señales acústicas. En ese momento, tuvieron la certeza de estar escuchando un sonido nuevo en la naturaleza no registrado hasta entonces. Era una señal de alarma aguda que comparte rasgos con los chillidos de los animales, con los chillidos de los mamíferos. Los gritos de las abejas, como los nuestros, contienen frecuencias imprevisibles y volúmenes elevados. Puede decirse de un modo más allá de los simbólico que en esos sonidos, hay algo muy humano.
Heather Mattila contó que, en la intimidad de la noche, estando sola en su cama, con unos auriculares, se ponía los gritos de las abejas y sentía escalofríos. Lo que escuchaba es un sonido en el que se mezclaba algo así como el lamento y la advertencia. En uno de los vídeos que grabaron las investigadoras se captaba un grito, identificando perfectamente la abeja que lo había producido. Era una abeja obrera muy alterada que se
acercaba al papel impregnado con el olor de las avispas. En ese momento, la abeja levantaba el abdomen exponiendo su glándula Nasonov. Esa glándula genera una sustancia química producida para -digamos- alertar a las abejas forrajeras para que regresasen rápidamente a la colmena.
Las forrajeras son las abejas obreras recolectoras. La casta obrera de las abejas, al nacer, pasa por diferentes estadios, durante los primeros días dentro de la colmena. Al principio, limpian, alimentan a las larvas, producen cera para los panales y, por último, después de 20 días aproximadamente haciendo todo eso, entonces, se convierten en forrajeras. Y empiezan a alimento a la colmena. Traen el néctar. Es lo que se conoce como el pecoreo. Se dice que una obrera tarda 21 días en nacer, pasa 21 días en el interior de la colmena y luego como forrajera vive otros 21 días.
Ese fue el proceso que se identificó. Después, las antenas de las abejas obreras, alejadas del nido, con sus receptores sensibles a las feromonas de sus compañeras detectan ese aroma que las ayuda a
encontrar la entrada de la colmena rápidamente urgentemente cuando está siendo atacada. Las investigadoras, observando los espectrogramas, las frecuencias sonoras, encontraron que los sonidos que las abejas
producían dentro y fuera del panal eran muy semejantes.
Esto confirmó que las abejas que gritaban afuera del panal hacían los mismos ruidos que las abejas que gritaban adentro. Esto fue una revelación. Se cree que el chillido antidepredadores funciona como una señal de alarma, ya que la producción de gritos alcanzó su punto máximo cuando los avispones Vespa soror rondaban ya la entrada de la colonia. El estudio muestra que la organización del comportamiento de defensa colectiva de las abejas asiáticas es mucho más complejo de lo que se pensaba.