Ya hay máquinas diseñadas para tratar de saber lo que pensamos. Están en una fase inicial. Pero, las hay. Ya existen. Por tanto, habiéndose dado ese paso que, a día de hoy, todavía puede parecer ciencia ficción, habiéndose iniciado ese camino, puede decirse que esa línea, hasta hace no mucho irrevisable, esa línea ya se ha cruzado aunque la humanidad sea ajena a esa crucial circunstancia tecnológica.
Suena raro, parece imposible, pero ya hay máquinas que pueden asomarse a lo que estás imaginando. La tecnología planificada para indagar dentro de la más íntima sensación que puedas tener ya está en evolución. De modo que si fuera necesario que alguien supiera qué piensas, qué sientes, quién eres… dentro de no mucho podrían hacerse una idea precisa.
Porque ese tipo de tecnología será una realidad próximamente con toda seguridad. Lo que no sabemos es cuándo será implementada y todavía más importante aún no sabemos qué demonios se va a hacer con ella.
La siguiente pregunta sería dónde se está desarrollando ese tipo de tecnología. En Estados Unidos hay un equipo de investigación muy especializado en estos desarrollos. Está en la Universidad Berkeley. Y ese equipo lleva trabajando en este tipo de tecnología desde 2008.
Ellos ya hacían lo siguiente hace unos años: te muestran una imagen y escanean la respuesta de tu cerebro a esa imagen que te han mostrado. Luego te enseñan otra imagen y vuelven a mapear tu respuesta neuronal, y repiten ese mismo procedimiento con 100 imágenes. Luego te dicen: piensa en una de las 100 imágenes que te hemos mostrado. En una. Sólo en una de las cien. Tú piensas en una, entre ese centenar, y ellos saben decirte en cuál estás pensando.
Puede afirmarse que saben qué piensas Es sorprendente, incluso aunque se haya dado una cierta inducción. De entre cien posibilidades, saben cuál es la que has elegido mentalmente. Sin que hayas abierto la boca.
El siguiente escenario es todavía más alucinante. Te piden que pienses en algo que ellos no te hayan mostrado. Entonces, tú piensas en algo. Apartas la mente de las cien imágenes anteriores y llevas el pensamiento a algo más personal. Ese suele ser el camino que elige la mente para apartarse de aquello en lo que el cerebro acaba de estar involucrado.
Entonces ellos triangulan lo que muestra el escáner cuando estás pensando en algo que es tuyo, que no ha sido inducido. Triangulan eso que estás pensando con todo lo que fueron escaneando cuando te mostraron las 100 imágenes anteriores. De manera que con esa
triangulación se aproximan a lo que estás pensando en ese momento de forma autónoma. Y, aunque su deducción no es exacta porque no logran definir exactamente lo que estás pensando, se acercan mucho. Y desde 2008 han mejorado muchísimo la precisión de esa detección.
Los algoritmos de Internet
Los algoritmos usan tu historial, cada movimiento que haces en la red, en las redes sociales, para identificar tus intereses. Para concentrarlos. Con la tecnología de la que hablamos son capaces de rastrear los vaivenes de tu imaginación.
Y si hablamos de la imaginación, estamos hablando de los escenarios donde se mueve lo más íntimo de las personas. Y esto que acabamos de contar se hace en instituciones -digamos- académicas, con intereses seguramente loables, con objetivos relacionados con avances médicos.
Pero, claro, es lógico pensar que tanto algunas empresas privadas como algunos ejércitos puedan tener evoluciones más desarrolladas de estas tecnologías. Es conocido, por ejemplo, que Facebook está desarrollando una tecnología para descifrar las palabras que quieres escribir en tu ordenador sólo con que pienses en ellas.
La prestigiosa revista ‘Nature’ publicó el año pasado un estudio hecho por científicos, pero financiado por la compañía de Zuckerberg, donde se explicaba que se había logrado identificar con hasta el 97% de precisión qué palabras iba a decir una persona, dentro de un vocabulario pequeño, ordenado en 50 oraciones. Lo identificaban mirando, hurgando, en el interior del cerebro. Por ahora, lo hacen con pacientes epilépticos que ya tienen sensores implantados con fines médicos, pero el neurobiólogo español Rafael Yuste ha explicado en alguna ocasión que hay prospecciones empresariales donde se está buscando el modo de hacerlo con dispositivos externos. Rafael Yuste es un prestigioso científico que trabaja en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos. También dirige el proyecto Brain que impulsó la administración Obama.
El proyecto Brain
Yuste es, probablemente, uno de los científicos más influyentes del momento que vivimos. Es una eminencia capaz de divulgar, que no todos lo consiguen. Es de esos investigadores que van unos años por delante. Unos cuantos. Rafael Yuste es un científico que conoce la materia y por eso está convencido de que estamos a un paso de que haya una tecnología que permita dirigir de manera precisa e interesada la mente de los otros. La mente de los demás.
Yuste se ha referido alguna vez all Dilema de Collingridge, que plantea lo siguiente: cuando aparece una tecnología nueva, no sabes muy bien para qué va a servir, pero en esa fase inicial es relativamente sencillo regularla; pero ocurre que, si la dejas evolucionar, si se expande y se extiende para la mayoría de la población; entonces, ya sabes perfectamente para qué sirve, pero llegados a ese punto resulta imposible regularla.
Mencionado el dilema que da contexto a lo que estamos contando, vamos con el proyecto Brain, que consiste, básicamente, en mapear el cerebro humano. Para detallar cómo forman
sus circuitos las neuronas. Ese conocimiento podría servir para tratar trastornos como el Alzheimer, el autismo, la esquizofrenia, la depresión, las lesiones cerebrales traumáticas. O, incluso, tratar de identificar el mecanismo por el que el cerebro crea la conciencia.
Teniendo en cuenta que tenemos algo así como 100.000 millones de neuronas, está resultando más inaccesible de lo que se pensaba. El proyecto ha dispuesto de una enorme financiación pública con 6.000 millones de dólares y 500 laboratorios en todo el mundo implicados. De momento, lo que han conseguido es meterse en el cerebro de los ratones. Lo que han hecho es mapear el cerebro de los roedores. Con esa técnica no solo han logrado -digamos- leerles el cerebro, sino que se les plantea la posibilidad de escribir en los cerebros de los ratones. Es decir, se han metido en el cerebro de los ratones y han cambiado su actividad y su comportamiento. Esto que suena muy tremendo puede servir para curar -si se hace lo mismo con el cerebro humano- enfermedades -de momento- incurables como la esquizofrenia. Esa es la envergadura del desafío: consiste en entender el cerebro. Sabemos cómo funcionan el resto de los órganos. Pero se está muy lejos, lejísimos todavía de conocer los grandes enigmas del órgano más trascedente.
El proyecto, obviamente, tiene implicaciones morales, éticas y legales. Imaginemos qué pasaría si las compañías interesadas en comerciar con nuestros datos personales, no sólo tuvieran datos sobre lo que hacemos y decimos, sobre lo que buscamos y compramos. Imaginen lo que sería del mundo si otros también pudieran saber qué pensamos. Influyendo directamente en nuestra imaginación.